miércoles, 29 de abril de 2020

Es libre.



Cuando ayer la vi descender de la ambulancia pensé que marcho sintiéndose  libre y ha vuelto igual.Esa sonrisa suya tan característica le llenaba  el rostro de luz y de alegría, su andar desgarbado no había tampoco cambiado.

Recordé el comentario del médico del hospital, estaban desbordados por mantenerla confinada en su habitación. Comprendí su frustración y su impotencia, las problemáticas de las demencias no son aptas para los hospitales, con o sin Covid-19, hacerles entrar en razón, que entiendan que no deben andar por todos lados, abrir puertas, gritar, mover sillas,  es misión de titanes por no decir imposible.

Por eso ayer me alegre de verla igual. Nadie la ha dominado, su libertad la crea su enfermedad. También se mucho de su vida para saber que ayer volvió a su hogar, por esto estaba eufórica. 

Intento abrazarme, tocarme y como pude me aparté, ella no cumple los protocolos, ni lo hacía cuando estaba sana, menos ahora, yo si debo mantenerlos. Me dio pena no abrazarme a ella, quizás me podría haber dado esa libertad de gestos  de cariño que añoro.

Miro el calendario ahora que el gobierno está empezando a reducir las pautas de confinamiento. El día que nos podamos abrazar creo que llorare desconsoladamente por la alegría que sentiré. 

Por suerte para ella, la pesadilla de la Pandemia no ha existido. Es la única ventaja de tener desmemoria en estos tiempos tan duros 




Imagen de Alina Kuptsova en Pixabay 

jueves, 23 de abril de 2020

El dragón se lo ha llevado


Sant Jordi lo quería para él y le ha prestado el dragón para que se elevara por encima de nosotros y darnos envidia sana con su vuelo a otra  dimensión que a buen seguro, es mejor y más divertido que estos últimos tiempos  de su vida terrenal.

Hemos estado todo el equipo muy pendientes, no solo  ahora, desde siempre. Se hacía querer, bromista empedernido era muy fácil estar atentos y complacerle en todo lo que podíamos. Pero la enfermedad fue sonsacando sus risas hasta convertirlas solo en rictus de dolor. Era duro verlo.

Cuando la Pandemia llego todos pensamos en él y cruzamos los dedos pidiendo lo imposible.Por eso, esta liberación corporal, en alguien como él, es placida, su vida solo era sufrimiento. 

Juega con el dragón de Sant Jordi. No ha escogido porque si este día para morir, quiere ser libre de un  cuerpo que era prisión y armadura hermética. Estoy segura que me  mira y está sonriendo a carcajadas, como cuando intentaba pillarme con la silla eléctrica  por recepción.

El equipo ha entrado en silencio a  su habitación. El ritual del adiós, una vez más, se ha producido. Descansa Juan. Te lo mereces.

Imagen de momo_sc en Pixabay 

lunes, 20 de abril de 2020

Pelos




Nueva prórroga de confinamiento, a este paso llegamos a Navidad y yo con unos pelos de bruja Pirula que dan miedo.Me salva en el trabajo el gorro, la escafandra frontal con mascarilla monísima pero al poco que me descuido afloran las canas por todos lados de mi rostro tenso y cansado.

Me preocupa el tema, se ha dejado que se mantuviera la compra del tabaco en los estancos  y  del alcohol  en supermercados, no en bares. Adicciones fuertes y por tanto con lo que está cayendo, se intenta  no provocar otra pandemia aún más grave de abstinencia. Barra libre en las casas para borracheras, es igual que la bronquitis vaya a más, o aumenten las cirrosis,  algún día el CAP estará para otras labores asistenciales y mirara a las personas  con estas patologías  con detenimiento. Ahora pueden esperar.

Lo entiendo, pero el gobierno debe comprender que soy una inepta total para ponerme tinte  en las canas, haría un desastre, lo sé, por lo que ni lo intento. Pero cuando me miro al espejo alucino por las entradas que voy viendo y lo que es más grave: sin forma de taparlas ni con el spray para canas, ya lo he probado, dura poquísimo además de ser caro.

O sea que aviso que pronto tendrán una enfermera estresada hasta la medula, histérica de por sí, ansiosa a tope al salir del trabajo por la tensión acumulada, dolida de ver día si día no, ancianos enfilar la recta final de sus vidas, y lo que es peor, canosa como ellos sin posibilidad de esconder mis años.

Así que  tengo dos posibilidades: raparme el pelo a cero, cosa que no hare, o pedir con urgencia al gobierno de turno que habrá las peluquerías, porque hay otro tema urgente a resolver: las depilaciones. 

¿O es que esperan que además de las canas tome el sol en la terraza, que no en la playa, con trenzas en las piernas?

Imagen de mohamed Hassan en Pixabay 

viernes, 17 de abril de 2020

Rodilla artrosica


Alguien dirá que es el destino, otros,  una tontería de las mías, pero es evidente que el paseo de ayer y la compra de la bolsa de guisantes congelada ha tomado esta noche otro sentido: he hecho un brote de artrosis en la rodilla.

Los años están aquí, ya me aviso el medico  después de la resonancia pertinente, pero como buena enfermera, soy mal paciente. El stress de estas últimas semanas en la residencia, estar las doce horas de guardia  en tensión, cuando no andando de arriba abajo han propiciado que pasara la noche en blanco por el maldito dolor paralizante de verdad.  

A pesar de todo hay otra lectura a mi patología motora: el cuerpo pide una pausa,  no quiere ir a trabajar. Me pide  a gritos  que me quede quieta. A sí que aquí estoy, con la bolsa de guisantes en la rodilla, con pomada  y pastillas antinflamatorias.

Ni por asomo le hare caso al cuerpo, hoy si, es el único margen que le doy de permiso, mañana debe estar  bien. No hay descanso para los sanitarios que aun somos válidos, no podemos permitirnos desfallecer  por más que todos nos gustaría estar estirados  en una tumbona,  en una playa desierta tomando el sol y sin  ninguna noticia del maldito coronavirus.

Esto es lo ideal pero la realidad es demasiado horrorosa para huir de ella. Ahora pienso en las noticias que ayer escuche de las residencias, en otros momentos me rebelaría, protestaría o gritaría  para decirles en voz bien alta que no tienen vergüenza por la gestión realizada en el sector residencial geriátrico. 

No sé si se hubiera podido evitar tanta mortalidad, las características de nuestro usuario es de edad avanzada y de alta dependencia, pero cuando se podía minimizar los efectos no se actuó.  Se priorizo los hospitales y las UCI. Las residencias no existíamos, y en esta línea reivindicativa también me gustaría que  el Colegio de Enfermeras de Barcelona, se posicionará y defendiera a las profesionales que estamos en  el sector. Su silencio también es elocuente. 

Que no  se nos quiera reconocer  no quiere decir que no estemos trabajando hasta la extenuación para los residentes que cuidamos. El sentido de comprar  la bolsa de guisantes lo he descubierto hoy, mañana la rodilla estará bien, si hay molestias  me pondré la férula e iré a trabajar. Se lo debo a mis compañeros, a ellos y sus familias. No al gobierno. 



jueves, 16 de abril de 2020

Bolsa de guisantes


Me he saltado el confinamiento a consciencia esta mañana. Sin tapujos lo escribo. Si debo pagar multa lo hare pero mis razones son de calado: Necesitaba ver personas andando por la Rambla de Ripollet.  Gente alegre a pesar de las mascarillas  que dificultan   saber si hacen una mueca o  están sonriendo, solo el rictus de los ojos puede clarificar  la diferencia. Oír conversaciones ajenas con deleite, fisgonear sin tapujos  y si había suerte,  encontrar algún vecino para saludarlo desde la distancia reglamentaria. 

En una palabra necesitaba ver Vida y sentirme viva.

He salido a la calle con la idea fija en mi mente. No tengo ninguna excusa pero lo he hecho: Con dos supermercados importantes muy cerca de mi casa, me ido andando con toda la parsimonia que me ha dado la gana hasta la otra punta del pueblo  para entrar a un tienda de congelados y comprar una bolsa de guisantes congelados.

He regresado por la otra acera de la Rambla de la ida,  pensando que no me encontraba ningún conocido pero al menos veía personas que no daban la impresión de estar enfermas, nadie daba signos de muerte próxima, ninguno lloraba, podía pasar  sin  tomar la temperatura y cruzar los dedos para que el antibiótico hiciera algo, como  tampoco he escuchado la voz del médico para indicarme que preparará una nueva sedación. 

La Vida hoy ha sido una bolsa de guisantes congelada. 

Imagen de PDPics en Pixabay 

martes, 14 de abril de 2020

No puedo más



Hace mucho que no coincidimos, eso sí, casi a diario, sobretodo estas  últimas semanas nos damos el parte por teléfono o una de las dos, llama para comentar alguna cuestión que es más rápida de solventarla con una conversación  que escribirla. 

Cuando la he visto entrar me he dado cuenta al instante de su profundo cansancio en la mirada, tiene ojeras y su risa franca y risueña no ha contagiado el ambiente como siempre.  Sus palabras han salido de su boca sin que hubiera comentado mi impresión previa al verla: No puedo más, no es cansancio físico es emocional, no lo soporto.

De repente ha entrado el médico y he mirado su expresión. Viene  a diario, hoy no le tocaba pero se ha presentado. Estamos dando una vuelta más a la tuerca para que encaje el engranaje,  y salgamos del pozo que nos ha introducido el bichito famoso.Los tres nos hemos puesto a trabajar, espero  que el esfuerzo sea recompensado. En un par de semanas o quizás menos lo sabremos.

Cuando me miro al espejo no se verme la expresión que he visto en ellos pero sé que sufro del mismo mal, y estoy persuadida que debe ser generalizado en todo el personal sanitario del mundo, no solo de este país. Nadie estaba instruido para algo así. No estábamos  concienciados,  cuando  mirábamos las imágenes de China,  que el desastre llegaría. Cuando se  presentó ya era tarde. 

Además el gran drama es que sabes que nada o muy poco puedes hacer, la inercia de la pastillita, del tratamiento milagroso no funciona, nos miramos cuando la persona hace el debut de fiebre y cruzamos los dedos preguntándoos si sufrirá  o solo será un cuadro febril más.

La ruleta  de la vida se pone en movimiento y nadie la puede parar, quien crea, tendrá el consuelo y dirá que es voluntad de  Dios, otros  de Ala, quizás del destino o del Karma, hay muchas creencias. Sea como sea no hay respuestas al dolor existencial  tan atroz  que se ha puesto una vez más en evidencia para la Humanidad. Creíamos que la tecnología seria la panacea, ni esto queda.

Solo espero poder recuperar la fuerza de los abrazos algún día y sentir la risa risueña de Mónica en mis oídos muy pronto. 

Foto de Kat Jayne en Pexels

domingo, 12 de abril de 2020

Pascua con dolor pandemico


Desde la ventana veo los brotes nuevos del árbol que nos acoge las tardes calurosas de verano, también puedo ver las flores del arbusto de lilas, las horas de sol también hacen el día más largo, sin casi darme cuenta, la naturaleza se renueva y yo con ella.

Hoy es Pascua. En otras circunstancias toda la familia estaría reunida para comer juntos el postre característico del día, solo que este año  el pastel de  la Mona no llegara a casa. 

Tampoco podrá su hija verlo en vida. Estar con él durante diez años comporta estima  y saber muy bien como era. Me inquietaba  cuando se enfadaba, expresaba con rabia su dolor ante una desmemoria que no aceptaba. Estos últimos tiempos,  había encontrado la paz en su mundo de nieblas perpetuas. 

Baje la guardia, todo el equipo lo hizo,  había hecho el debut con fiebre alta, dejo de comer, adormilado a deshoras. Pero  respondió al tratamiento y volvió a estar como siempre.

No quisimos o no pudimos  ver lo que es evidente: Esta pandemia ataca un día  de forma inesperada y muy virulenta, la población de una residencia es frágil de por sí, con patologías varias. Era evidente  que no soportarían un caballo de Troya así. Además que es insidiosa, parece remitir pero a los ocho o nueve días, el proceso febril se reproduce y se agrava de forma mortal  para la persona que cuidados.

Murió de repente, no aviso, no nos dio margen para nada. Cuando colgué el teléfono  para dar la noticia  a la familia me hundí. Ahora después de seis días, sé que esta muerte marco el punto de inflexión.

No quiero saber estadísticas para conocer  el número de  fallecidos por coronavirus, me  es igual que cada noche las personas aplaudan desde los balcones, no quiero oír más políticos diciendo que cambiaran las normas de las residencias, ahora ya  somos personal sanitario por pura necesidad epidemiológica, cuando la gestión que han realizado   raya al despropósito más inaudito si sabían que la Pandemia atacaría de lleno a nuestros usuarios.Tambien es posible que se les haya ido de las manos y han improvisado soluciones que no siempre han sido efectivas.

Tanto dolor, tantas muertes, tantas caras que no volveré a sonreír cada día que vaya a la residencia me han dejado exhausta. No concibo la cura enfermera sin empatía, sin comprensión, sin compasión por eso sé que he muerto también con ellos y solo espero que estos finales de vida amargos sirvan para transformar el mundo residencial geriátrico.

El sentido de la  Pascua es renacimiento. Para los cristianos es  un signo de que la  Vida puede vencer  a la Muerte. Quizás los valores y creencias son distintas y dispares en el mundo actual pero si nos fijamos en la Naturaleza  está resurgiendo  con mucho poderío este año, la contaminación humana ha dado un descanso a la Tierra.

Sé que  no ha terminado esta Pandemia, pero  no quiero perder la esperanza, tampoco lo hacen los brotes del árbol que veo desde la ventana,  la hojarasca que está en sus pies  les dan el humus suficiente para una nueva vida arbórea. Debían morir muchas hojas para que ahora su corona este llena de vida, esperemos pues que al final sepamos dar nuevo empuje a nuestras vidas, a este mundo que será necesario cambiar dentro del silencio y del dolor.

Se lo debemos a ellos. Sino su muerte será baldía, sin sentido.

lunes, 6 de abril de 2020

No se cansan de bailar.


La pista es grande, permite moverse por ella con rapidez o lentitud, con gracia o crispación, miedo o extrema tranquilidad. Nunca se,  cuando sale el primer espontaneo, como hará su baile. 

Ayer  la danza estuvo muy concurrida, para mi gusto demasiado. A las siete y media  lo tenía  en el centro del salón. Lo conozco mucho, llevo diez años con él y se de sobra que sus movimientos  daban a entender que le constaría terminar el solo que realizaba con su cuerpo mermado. Me puse a su lado, quería ayudarlo pero me rechazo, era su baile. No debía inmiscuirme y solo reste quieta, atenta por si flaqueaba. No lo hizo. Fue capaz de terminar el día, un poco más maltrecho, con oxígeno,  pero con la mirada lucida aun.

La jornada de baile fue agotadora, la mujer sonriente de repente dejo se hacerlo. No era un subidón de fiebre, sus piernas, como su rostro se tensaron unas horas. Fui a verla sabiendo que debía esperar, poco podía hacer. Tampoco podía mandarla al salón principal con máquinas sofisticadas para que su baile tuviera diagnóstico certero. Adelantamos  la heparina, cruzamos los dedos, ella no,  pero el equipo sí. Sea lo que fuera, el coagulo o el espasmo se resolvió y a media tarde termino su representación con sonrisa y frases cortas que indicaban restablecimiento.

Solo eran las seis  pero las piernas ya daban signos de dolor, con tanta protección para protegerme del bichito de marras,  parecía una  sauna andante.  El bailoteo ajeno comporta que la enfermera también haga de comparsa aunque el protagonista principal sea otro. En una palabra estaba cansada y solo quería marchar.

Cuando sonó el teléfono pensé: ella no. Subí rápida imaginando lo peor. Muchas veces me he preguntado cómo se la actitud que debo tomar, porque a veces actuó vertiginosamente y otras espero, o doy tiempo para que la persona haga su baile con calma y parsimonia. La experiencia es un grado lo sé de sobra, y ahora con la pandemia más. No valen especialistas, ni TAC, ni ayudas externas sofisticadas.

Con ella me valió su cara, no necesite tomar ninguna constante, la decisión o intuición la exprese sin pensar mucho: Voy a llamar a su hija. Debe verla.Ahora pienso en ella, en los lloros de su hija a la salida, la nieta que no pudo entrar. No pude abrazar a ninguna, ni un roce. Solo los ojos se comunicaron por encima de las mascarillas y me supo a poco. 

No sé cuánto tiempo durara este baile, estamos erguidos, cuidándolos,  viendo como danzan un día detrás de otro. Resisten y  nosotros  con ellos.

Nos queda la esperanza de poder ser libres de mascarillas, batas, polainas  y gorros para podernos despedirnos con abrazos. Cuánto antes llegue este día mejor para todos.
Foto de Edu Carvalho en Pexels





jueves, 2 de abril de 2020

Cifras falsas






De las chisteras de los políticos de este país,  cada día sacan con manos rápidas,  nuevos dígitos de muertos en residencias que si son honestos deberían saber y decir que no son ciertas. El coronavirus esta  en las residencias y como ocupante ilegítimos de un espacio, no se ira con facilidad. 

Ayer me indigno la información que dio Afers Socials de la Generalitat de Catalunya. ¿O es que no saben que si hay PCR positivo se considera la residencia contaminada y ya no hacen ninguno más? Que no me digan ahora que esta situación no se sabía.  ¿O es que las residencias era el efecto colateral que no importaban proteger ya que no somos sanitarios? La bomba ha estallado y todo ha saltado por los aires.

Estadísticas,  gráficos varios, cifras subiendo o bajando los porcentajes, informativos que en vez de clarificar la situación producen miedo, el President de la Generalitat desde su despacho,  asumiendo culpas y diciendo que tomaran medidas cuando el desastre ya está aquí, alcaldesa de Barcelona mandando bomberos a desinfectar residencias …

Supongo que quieren tranquilizar. Podría ser buena la intención pero no convencen, porque llegan tarde las explicaciones y mal. Desde según que  despachos la realidad no se ve o no se quiere ver,  que también puede ser. 

El personal de las residencias somos y estamos muy lucidos. Luchamos a brazo partido, cada día, mañana y noche,  para proteger a unas personas mayores que su fragilidad los hace extremamente vulnerables.  Estamos con ellos, los cuidamos como siempre hemos hecho, alguno lleva con nosotros años, la relación es estrecha, mucho. 

Hoy una compañera enfermera me ha contado que ha llorado. No saldrá en ninguna estadística su lloro, ni a ella ni mi nos importa saber el diagnostico, la causa de la muerte esta madrugada de  la anciana  de los maravillosos ojos azul celeste.

Lo único que me consuela es saber que su muerte no  saldrá  en ninguna recuento falso. 


Foto de Markus Spiske en Pexels

Visita al WC. ¿Porque no los llevamos?

  Dar un curso de geriatría en el Lloc de la Dona me ha recordado una cosa que siempre observaba. Sabiendo de sobras que poco podríamos ha...