Cuando ayer la vi descender de la ambulancia pensé que marcho sintiéndose libre y ha vuelto igual.Esa sonrisa suya tan característica le llenaba el rostro de luz y de alegría, su andar desgarbado no había tampoco cambiado.
Recordé el comentario del médico del hospital, estaban desbordados por mantenerla confinada en su habitación. Comprendí su frustración y su impotencia, las problemáticas de las demencias no son aptas para los hospitales, con o sin Covid-19, hacerles entrar en razón, que entiendan que no deben andar por todos lados, abrir puertas, gritar, mover sillas, es misión de titanes por no decir imposible.
Por eso ayer me alegre de verla igual. Nadie la ha dominado, su libertad la crea su enfermedad. También se mucho de su vida para saber que ayer volvió a su hogar, por esto estaba eufórica.
Intento abrazarme, tocarme y como pude me aparté, ella no cumple los protocolos, ni lo hacía cuando estaba sana, menos ahora, yo si debo mantenerlos. Me dio pena no abrazarme a ella, quizás me podría haber dado esa libertad de gestos de cariño que añoro.
Miro el calendario ahora que el gobierno está empezando a reducir las pautas de confinamiento. El día que nos podamos abrazar creo que llorare desconsoladamente por la alegría que sentiré.
Por suerte para ella, la pesadilla de la Pandemia no ha existido. Es la única ventaja de tener desmemoria en estos tiempos tan duros
Imagen de Alina Kuptsova en Pixabay
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