lunes, 6 de abril de 2020

No se cansan de bailar.


La pista es grande, permite moverse por ella con rapidez o lentitud, con gracia o crispación, miedo o extrema tranquilidad. Nunca se,  cuando sale el primer espontaneo, como hará su baile. 

Ayer  la danza estuvo muy concurrida, para mi gusto demasiado. A las siete y media  lo tenía  en el centro del salón. Lo conozco mucho, llevo diez años con él y se de sobra que sus movimientos  daban a entender que le constaría terminar el solo que realizaba con su cuerpo mermado. Me puse a su lado, quería ayudarlo pero me rechazo, era su baile. No debía inmiscuirme y solo reste quieta, atenta por si flaqueaba. No lo hizo. Fue capaz de terminar el día, un poco más maltrecho, con oxígeno,  pero con la mirada lucida aun.

La jornada de baile fue agotadora, la mujer sonriente de repente dejo se hacerlo. No era un subidón de fiebre, sus piernas, como su rostro se tensaron unas horas. Fui a verla sabiendo que debía esperar, poco podía hacer. Tampoco podía mandarla al salón principal con máquinas sofisticadas para que su baile tuviera diagnóstico certero. Adelantamos  la heparina, cruzamos los dedos, ella no,  pero el equipo sí. Sea lo que fuera, el coagulo o el espasmo se resolvió y a media tarde termino su representación con sonrisa y frases cortas que indicaban restablecimiento.

Solo eran las seis  pero las piernas ya daban signos de dolor, con tanta protección para protegerme del bichito de marras,  parecía una  sauna andante.  El bailoteo ajeno comporta que la enfermera también haga de comparsa aunque el protagonista principal sea otro. En una palabra estaba cansada y solo quería marchar.

Cuando sonó el teléfono pensé: ella no. Subí rápida imaginando lo peor. Muchas veces me he preguntado cómo se la actitud que debo tomar, porque a veces actuó vertiginosamente y otras espero, o doy tiempo para que la persona haga su baile con calma y parsimonia. La experiencia es un grado lo sé de sobra, y ahora con la pandemia más. No valen especialistas, ni TAC, ni ayudas externas sofisticadas.

Con ella me valió su cara, no necesite tomar ninguna constante, la decisión o intuición la exprese sin pensar mucho: Voy a llamar a su hija. Debe verla.Ahora pienso en ella, en los lloros de su hija a la salida, la nieta que no pudo entrar. No pude abrazar a ninguna, ni un roce. Solo los ojos se comunicaron por encima de las mascarillas y me supo a poco. 

No sé cuánto tiempo durara este baile, estamos erguidos, cuidándolos,  viendo como danzan un día detrás de otro. Resisten y  nosotros  con ellos.

Nos queda la esperanza de poder ser libres de mascarillas, batas, polainas  y gorros para podernos despedirnos con abrazos. Cuánto antes llegue este día mejor para todos.
Foto de Edu Carvalho en Pexels





3 comentarios:

  1. Se que difícil es verlos danzar, mis respecto para usted

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  2. Que momentos tan difíciles.
    El esfuerzo de tener en cuenta la parte emocional de famílias y usuarios es muy valioso.
    Fuerza y esperanza!

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