domingo, 25 de octubre de 2020

Toque de queda


Una vez más se da la vuelta a la tortilla y se culpabiliza a la población con un toque de queda que no va a remediar la segunda ola del Covid-19. Los malos somos nosotros.

Bien es verdad que no todos lucen la mascarilla correspondiente, por no decir que un importante segmento de la población pasa olímpicamente de todo y la fiesta es continua para ellos. La libertad se camufla con irresponsabilidad social, por no decir un individualismo egocéntrico que no sabe reconocer ni hacer suyas, palabras como solidaridad, respeto al otro o bien común.

Pero un toque de queda, un estado de alarma en un país como nuestro, quizás ahora desmemoriado, son palabras que evocan muertes, terror y guerra. Esta mañana, una vecina muy mayor, me ha explicado su miedo mientras tirábamos la basura. Llevaba doble mascarilla y una gafas de protección además de guantes de limpieza. Ella se protege y teme lo peor.

Quienes vivimos la pandemia en primera linea, no solo tenemos miedo, hay rabia.

Prohibir, controlar y multar no va a ninguna parte sin cribados masivos de población, sin hacer controles rutinarios, sin haber reforzado los centros de atención primaria, por no decir las UCI.Una vez más las residencias tendremos Covid-19. Quien diga lo contrario miente.

Otro estado de  alarma y esta vez con toque de queda, nada de esto frenará el coronavirus. Tampoco se han tomado medidas para evitar que los más desfavorecidos tengan un mínimo de subsistencia. Pienso en los que no tiene donde guarecerse y hoy dormirán en la calle, en algún portal. ¿El toque de queda para ellos comportará una sanción?.

Un gobierno debe legislar, y no ir a bandazos.Debe dejar de reñir a la sociedad, apelando que nos portemos bien, cuando también es el culpable del desastre sanitario-económico y social que vivimos.

Imagen de skeeze en Pixabay 

miércoles, 21 de octubre de 2020

Va de narices


De pequeña recibia más de bofetón cuando hurgaba en mis narices. Previamente algún mayor recriminaba mi acción, cuando no hacia caso, venía su mano directa a mi cara. Supongo que no he sido la única  en recibir  reprimendas como esta. 

Solo que entonces no me hubiera imaginado pasar tantos apuros como ahora con mis narices. Las cuido, las mimo. Las limpio con pañuelos, con agua con sal mañana y noche. Dicen que es un remedio naturista que va bien para la salud.Limpiamos mucosidad y vete a saber que más, tal y como está la atmosfera en estos tiempos de Pandemia . Todo sea para mantenerte sana ahora que intentar ser atendida en un centro sanitario es misión imposible.

Por esto estoy bastante harta de la situación creada: No me dejan, socialmente no es correcto, ni en el bus, ni en el trabajo puedo hurgar en mis  narices... Pero si pueden los otros.

He perdido la cuenta de los PCR que me han hecho, da la impresión que esta de moda darle vueltas al bastoncillo de marras, el último fue especialmente doloroso, creo que casi me llega el plástico a la oreja a través de la trompa de Eustaquio. No dije nada, pero el improperio que pensé aún lo tengo en la mente.

Quizás está fuera de lugar este escrito, pero el desánimo, la tristeza, los problemas de todo tipo que estamos viviendo requieren alguna sonrisa aunque sea banal y pasajera. Esta era mi intención.

Imagen de GraphicMama-team en Pixabay

martes, 13 de octubre de 2020

Ritual de despedida

Entre nosotros hay silencio. Es un espacio que se podría cortar con un cuchillo de denso que es. Ahora he entrado en su habitación. No esperábamos su muerte. Sí, estaba mal pero otras veces había estado más grave y allí estaba siempre cada mañana esperado el inhalador que le ayudaba a mejorar su disnea más o menos omnipresente en ella.

Está fría. Me despido de ella. Todo el personal está entrando. Es un rito que cada uno hace a su manera. Ahora me he fijado que una compañera antes de entrar se ha santiguado. Ninguno de nosotros habla de sus creencias personales pero días como hoy son presentes los rituales. Más de una vez, la tristeza ha hecho mella en mí, a veces el llorado delante de un cuerpo, en total soledad, en el silencio de la habitación que ha sido el último hogar. Un rostro más que se difuminara en los recuerdos pero esta mañana, durante el resto de la jornada, estará muy presente.

La Pandemia fue demoledora por las personas conocidas de años. Rostros que vimos difuminarse en un adiós final muy rápido, con fiebre, desaturación, un empeoramiento grave y sin posibilidades de mejoría, por más que se intentó.

Ningún cuidado los salvo... y aquí estamos otra vez. Esperando que no entre el Covid-19 a la residencia, tomando temperaturas, y vigilando las 24 h del día cualquier signo o síntoma sospechoso.Vendrán más despedidas, es inevitable. Por edad, por patologías crónicas graves.Es igual cuantos PCR nos hagan o hagamos, su fragilidad es enorme, ellos lo saben, las familias algunos si otros no tanto.

Huir sería fácil.Es mejor afrontar los hechos y hacer la mejor cura enfermera posible. No hay alternativa.


Imagen de Goran Horvat en Pixabay (rosa en la nieve)

Imagen de alwa3242 en Pixabay  (hombre en la nieve)

lunes, 5 de octubre de 2020

Un humilde hongo me ha dado esperanza



Me gusta mirar por las ventanas, diría que lo necesito, quizás es una forma de amortiguar las vivencias no siempre plácidas de ser enfermera en una residencia geriátrica

Mientras espero el ascensor, la vista desde la segunda planta es hermosa, sobre todo a la tarde, con el color que en esta época nos sorprende el cielo, los atardeceres del otoño son siempre espléndidos. 

Bajo la vista de forma distraída y allí esta ella. Al pie del magnolio de la entrada,en medio la corteza de pino, hay una seta. Airosa levanta su cabeza amarillenta para afirmar su personalidad al lado del alto árbol. No quiere pasar desapercibida y quizás por esto la veo desde la ventana del segundo piso. 




El cambio climático es una realidad, hoy hace más calor. Estos días atrás, la temperatura baja, sin ningún miramiento a pesar de ser los últimos días de setiembre, nos heló. Un viento casi invernal, hizo bailar de forma permanente las hojas de los árboles. La coreografía que crearon soltándose de las ramas, dejándose llevar, para ser acariciadas, con suavidad, a veces con rudeza, cayendo al vacío sin más. Este ballet que la Naturaleza nos ofrece los días de viento fuerte son un verdadero regalo. 

Como esta seta. Ella muestra su poder unas horas.Su vida no será larga.Una hoja puede vivir más tiempo colgado de su rama, del árbol que ha sido madre y padre a la vez. La seta es efímera y lo sabe, pero el orgullo de vivir esta en ella, no le da miedo el alto árbol que la cobija a sus pies. Sabe que debe desprenderse de su apariencia corpórea para dar vida el año próximo a más setas, como las hojas que se abandonan para crear el poderoso humus que es fuente de nueva vida. 


La Naturaleza nos da muestras en otoño de desprendimiento, una invitación a entregarse sin más, sin ninguna muestra de egoísmo o temor al futuro. 

Son tiempos inciertos estos. Demasiado. Cuesta mucho tener esperanza, confiar en que todo se resolverá con rapidez. Me gustaría que un viento se llevase por delante la Pandemia, el dolor, las muertes, la pobreza de tantas personas sin trabajo, sin comida. 

La encrucijada donde nos encontramos no se resolverá aunque viniera el huracán más potente del siglo. 

El ascensor ya ha llegado, bajo a planta, quiero ver la seta, no la tocaré. Ella se merece mi respeto, pero esta tarde me ha dado paz y esperanza. Tengo que darle las gracias.Quizás mañana ya este seca.

Imagen de Robert Balog en Pixabay (seta)
Imagen hojas pixel2013

Visita al WC. ¿Porque no los llevamos?

  Dar un curso de geriatría en el Lloc de la Dona me ha recordado una cosa que siempre observaba. Sabiendo de sobras que poco podríamos ha...