Lo tenía muy claro, lo había insinuado más o menos abiertamente en más de una ocasión. El jueves sus palabras eran contundentes a pesar de la disnea persistente incluso con oxígeno, del cansancio, la cara siempre risueña ahora demacrada por el sufrimiento de los últimos días.
Nadie le llevo la contraria, ni familia ni equipo asistencial. Todos nos pusimos a su servicio. Él era consciente que la fase final se aproximaba y solo nos pedía no alargarla, estaba exhausto. Conto las pastillas diuréticas, no quería ninguna más y no se la dimos, sabiendo de sobras que el corazón no lo soportaría, pero no era vida la que llevaba, perder su autonomía, estar atado a una máquina no era para él. Por eso nos dijo: Mando yo.
Enérgico, feliz, dicharachero, muy cariñoso, familiar en extremo, amigo de los amigos, andador de pasillos con el caminador mañana y tarde (decía que era su camino de Santiago), jugador de dómino, de su siesta, de bolos, amante de las manualidades (como el centro azul de lana de la foto)....
En él se reunían muchas cualidades, patriarca de una familia que protegió y quiso en extremo. Les pidió algo muy duro y lo logro. Se fue despidiendo de todos, con una sonrisa más apagada que antaño, con los ojos vivaces por naturaleza más mortecinos, dio caricias y recibió ternura.
Amigo de mi padre, me gustaba cuando me explicaba cosas de otros tiempos, hablar con él me relajaba. Esta implicación emocional hizo que me entregara a fondo en la cura enfermera del final de su vida. Él mandada, se dirigía al camino del último suspiro con alivio. Cierto que canalice la palomita de la sedación, pero fue la familia que inyecto la primera dosis, los que estuvieron velando las pocas horas finales, los que cerraron sus ojos, ellos lo pusieron a la cama cuando expiro, no podía ponerse en ella desde hacía mucho, al final el lecho lo acogió en paz, con la liberación final de la muerte querida.
Pocas veces he visto y he vivido una muerte así. Con plenitud de vida y aceptación de muerte. Alegría y lloros serenos. Respeto y comprensión de la familia al deseo del patriarca. Amor con abrazos, caricias y palabras sentidas…
Mando en vida y en su integridad de muerte, nos ha dejado una paz inmensa, como su sonrisa. Descansa en el Gran Silencio pero siempre estará con nosotros.