jueves, 23 de enero de 2020

Efluvios matutinos


El colectivo enfermero acabamos con el olfato hecho trizas. A mí personalmente me gustaría ponerme las pinzas que tengo para nadar en mis narices justo al empezar el turno cuando entro a las habitaciones. La imagen que daría no es correcta, lo sé, pero a veces daría lo que fuera por tenerlas.Hay días que los efluvios matutinos te dejan sin aliento.Ahora pienso que no es solo por la mañana, puedo ser obsequiada con aromas varios a cualquier hora. Aquí nadie se salva.

Pixabay (Mohamed Hassan)


La cura enfermera se basa en la observación. O sea que no tengo escapatoria posible. Lo descubrir el primer año de carrera. Creo que no he puesto tantas lavativas en mi vida como aquel mes en la unidad de cirugía digestiva del Hospital de Sant Pau.Domine y aún recuerdo, la cantidad de deposiciones distintas que pueden haber, sus características, sus colores, sus olores… Y todas ellas son determinantes para el diagnóstico y el posterior tratamiento.

Por esta razón debes verlas, aunque el olfato te diga que no entres y tus piernas no quieran moverse del portal de la habitación. Ser enfermera comporta saber disimular, aunque la arcada nos suba a la boca, la persona que cuidamos no lo notara.!Creo que seriamos grandes actores o actrices!. A lo mejor aún estoy a tiempo, nunca se sabe.

Entonces y ahora, me conmueve ver la fragilidad humana cuando estamos enfermos o no nos valemos. Siempre intento que la persona, su intimidad, su pudor, su vergüenza este en lo posible a resguardo. La sensación de perder el control de los esfínteres, depender de compresas, tener que llevar sondas vesicales por problemas prostáticos... No es fácil y aquí radica la esencia de la cura enfermera. La persona es vulnerable pero nosotros debemos hacer que no lo viva mal y resguardar su dignidad con respecto y tacto extremo.

Cuando la desmemoria llega, la persona no sabe que toca con sus manos, es igual que le digas que no se manipule, lo hará, no sabe reconocer la deposición y se puede llenar toda ella. Es duro. Pero es lo que pasa.

La cura enfermera ya lo he dicho antes, tiene una base primordial de observación.Los líquidos corporales son por lo tanto esenciales para un diagnóstico.Debemos visualizar, oler, tocar, analizar. La lista es larga: Heces, mucosidad de todos los colores del arco iris, esputos, flujos vaginales, orinas, secreciones por pene, vómitos, sangrados, exudados de catéteres, quistes que se revientan, heridas infectadas con profusión de olores y colores, ulceras vasculares que nunca se terminan de curar…

Si, las pinzas nasales me irían bien, solo que entonces seria un robot, no enfermera.

martes, 21 de enero de 2020

Mover la cama.


Tengo que verlo nuevamente, hay que valorar su agonía, está tranquilo. Aún no hay apneas y estertores, pero nunca sabes si se mantendrá en este estado de confort final. Más de una vez hay que ajustar la medicación sedativa.

He abierto la puerta y me he quedado quieta, sin entrar del todo, la sorpresa ha sido muy hermosa. He comprendido su significado al instante: alguien ha movido la cama y lo ha puesto de forma que mire el jardín.


foto Pexels

La luz de la tarde ya decae, llovizna débilmente, el viento mueve las ramas del peral. Las flores están haciendo una lluvia blanquecina de pétalos que se dispersan  a los pies del árbol.

Me acerco más a él. Sus ojos están vidriosos, entreabiertos. No sé si ve, no sé si me escucha. Nunca sabré si mi presencia es bálsamo o incordio en estos momentos finales de la persona.

Acaricio sus mejillas, está frente llena de cicatrices, signos evidentes de sus caídas constantes. Quería andar, levantarse. Se enfadaba en extremo si lo llevabas a sentarse cuando se cansaba. Perder el equilibrio era frecuente en él, primero necesito un bastón, que pocas veces llevaba. Pasamos al caminador con idéntico resultado. Era y fue una persona  libre y se le respeto. Nadie hablo de contención física, ni familia, ni el equipo. Suturas de heridas, fracturas, lo llevamos a urgencias más de una vez.

Ahora realizara la última travesía por la cuerda floja de su agonía. Está solo. La muerte llega en soledad. Nadie sabrá que piensa, que siente o que querria decir. Nos queda el consuelo de que vea el jardín, que sepa que el personal que lo ha cuidado estos años, ha movido la cama, para que este bien, contento, como cuando lo sentábamos con el sillón reclinable mirando el peral.

Salgo en silencio de la habitación y bajo a planta. Sé quién ha movido la cama, me acerco a ella y le abrazo. Las dos nos emocionamos.
No es necesario decirnos nada.
Tampoco él dice nada.

miércoles, 15 de enero de 2020

Síndrome de abstinencia en un geriatrico



Si sucediera una vez al año no pasaría nada. Si fuera esporádico tampoco pero no es así.Según que residente sea hombre o mujer, esta distinción sexual no marca los hechos. Toman las pastillas como si fueran un verdadero chute de drogadicción y esta vez sí que la palabra es apropiada.




Hay dos mesas en el comedor que no eximen que te olvides de los fármacos. Una señora en concreto, sentada con garbo en una silla de ruedas, no perdona. ¡Pobre de ti que no le des la pastilla correspondiente!

Tiene un compañero de mesa también adicto. Si me despisto o hay trabajo en otro sitio la pregunta está servida: “Conxita ¿y mis pastillas? Por favor las necesito” (Dice el residente).Alzando la voz para que todo el comedor sepa mi desliz por no llevar a tiempo sus pastillas para el dolor, los nervios o la patología asociada al envejecimiento en cuestión.

Me doy por enterada y me dirijo rauda al carro de medicación. Mi cara empalidece: no hay nada a su nombre. Pueden estar en la farmacia.Vuelvo a la mesa y le digo que voy a buscarla. Si yo me he puesto lívida, él se pone encarnado y la protesta sube de tono. Todos los residentes de la mesa le dan la razón y varias voces empiezan a protestar al unísono. Con el consecuente comentario de las personas que están cercanas, que con sordera o sin ella, están al caso de todo y quieren ver cómo termina el altercado entre enfermera en apuros y residente con derechos pastilleros.

Para mi tranquilidad, encuentro el sobre con la medicación, no me olvido tampoco del colirio, del laxante y del jarabe.

Vuelvo presta al comedor. Me doy cuenta que no está el señor que reclamo con ahínco su ración de pastillas. Me quedo desconcentrada. Mirada rápida por toda la sala, no lo veo por ninguna parte, en el momento que decido ir a preguntar a la coordinadora que sirve las comidas, lo veo aparecer por la puerta.

Entra feliz. Pasa por mi lado, ni me mira. Ha ido al lavabo. La próstata no perdona. Me acerco a él con toda la farmacología preparada y solo me dice: “Vale, ya era hora”. No contesto. No quiero liarla.

Le doy las cinco pastillas, dos bastante gordas y con un sobro de agua las deglute con una facilidad pasmosa. ! Yo que no puedo ni con un simple paracetamol! Jarabe y laxante siguen el mismo camino esofágico.

Le pongo el colirio y me despido pensando en la mucha dependencia que tienen de la medicación. Si fuera solo él, lo comprendería pero es alto el porcentaje de residentes que se mantiene fieles a los laboratorios farmacológicos.

No es porque sí que usamos placebos en más de una ocasión. Inocuos, baratos, no logran nada quizás, pero la persona cree que está mejor.

¡Maravillosa pastilla sin igual¡


*Redactado por Montse Estop y Concepció Rovira




lunes, 13 de enero de 2020

Ha venido un ángel.


El invierno está aquí. La luz es más suave. El cielo está un poco encapotado, a lo mejor llueve. No sé qué pronóstico del tiempo han dado. Poco me importa.


Hay risas de una nieta en la Unidad de Vida Protegida*. Su abuela está dormitado y no le hace nada de caso. De tanto en tanto parece despertarse, la mira, a veces sonríe pero rápidamente vuelve quedarse en los brazos de Morfeo.






La niña, es bonita de verdad. Muy alegre, rubia y bastante menuda para su edad. Viendo que no consigue que le haga caso quien lleva su misma sangre, ha adoptado a dos residentes sentados al lado de su abuela.A falta de ella, dos abuelos nuevos.

Está logrando que hagan construcciones con unos bloques grandes de plástico. Creo que juega a ser maestra. Ella es feliz. Ríe con ganas continuamente.Contagia con su risa a los dos ancianos. Uno, fuerte de carácter, bastante gruñón por naturaleza, se deja hacer.Sigue gustoso las indicaciones de la pequeña. Ríe complacido cada frase de la niña. Parece otro. Está irreconocible !!!.

A lo mejor pronto la lluvia descenderá mansamente por los cristales creando una catarata transparente de frescor.

En la Unidad,a última hora, ha entrado la lluvia en forma de una nieta alegre y risueña. Nadie va a estar agresivo ni nadie gritara.

Ella se ha disfrazado esta tarde como Reina de la Risa. Sus bucles rubios dan a su cara un rostro angelical.

Reina y Ángel. Gracias

*Unidad de Vida Protegida(primer piso de la residencia donde están las personas más dependientes y con trastornos cognitivos graves)



viernes, 10 de enero de 2020

Cotillón en la residencia





Me lo he pasado bien. Con otra compañera nos hemos disfrazado.
Nada, todo muy improvisado y quizás por ello ha salido bien: Una peluca afro muy deteriorada, una bolsa de basura grandes de color amarillo fosforescente como camiseta encima del uniforme. El cinturón era una guirnalda plateada con estrellas rojas.

Con esta guisa hemos dado la medicación de la cena. Comentarios, risas y bromas. Más de uno nos ha mirado pensando que éramos marcianas, otros ni se han inmutado.

Cuando era la hora de servir el postre, un compañero ha salido de la cocina con el mismo adorno que nosotras. En las manos llevaba una olla y una cuchara muy grande. Con su tambor ruidoso ha empezado a picar para hacer sonar las doce campanadas para que todos los residentes pudieran tomar las uvas poco a poco, y así evitar atragantamientos o problemas de disfagia.

Un año ha llegado a su fin y comienza otro.


Cuando sé es nonagenario es un regalo o un castigo según como se está de salud, la media del comedor hoy se acerca a esta cifra. Alguno ni sabe la fecha en que estamos, otros sí. No ha habido una alegría loca. El ruido, las canciones, las bromas las hacíamos el personal.

Camino de casa, pienso que comprendo sus silencios, la poca alegría que más de uno ha demostrado: el tiempo se ha parado para ellos.

Donde no lo sé, tal vez cuando entraron en el centro. Quizás mucho antes cuando la memoria comenzó a dar signos de estar cansada ... Ni los segundos, ni los minutos ni las horas tiene ya ningún valor. Viven sin tiempo y  sin dar muestras de estar estresados o preocupados. Son, a su manera, felices.

¿Me pregunto si alguien, hará lo mismo conmigo una Nochevieja?.

¿Seré capaz de recordar esta jornada o mi mente estará poblada de niebla y el tiempo será nada?.

No lo sé y no quiero saberlo.Lo que tenga que pasar pasara





Reyes, agonía y delirios.

Ayer los Reyes de Oriente, encontraron un momento para hacer una visita social, protocolaria a los abuelos y abuelas de la residencia. Es una costumbre que ayuda a pasar un rato agradable, con el consiguiente regalo.

Cuando bajé a planta, la fiesta ya era historia, ni pasteles ni regalos y mucho menos los Reyes. Ni una triste migaja de carbón me dejó, el Rey que debía agasajarme. Quizás este año he sido una enfermera mediocre, crispada al extremo por el trabajo. Era lógico que los Reyes no hicieran ningún gesto por mí.

Aun así, la tarde ha dado para mucho, solo que las personas que han estado a la celebración no han observado nada. Es la gran paradoja que se vive en una residencia: vida y muerte conviven a la vez.




No es fácil. Las jornadas son duras y largas. Las tardes son normalmente peores, los viernes, la confabulación astral siempre nefasta está asegurada, y ayer lo era. La carrera se inicia en la farmacia: dejar preparada la medicación del fin de semana. Persistentemente falta una nueva pauta, un antibiótico con urgencia, no quedan existencias y varios residentes lo llevan.

Dentro del follón controlado de cada tarde, me escapé de la farmacia un rato. La quería volver a ver. Me senté, con la silla tocando la cama, para cogerle la mano. Cerré los ojos. Su respiración ya era muy inapreciable, casi nada, un leve aliento. Quise hacer mía su soledad los pocos minutos que compartimos y esto me dio paz por el siguiente envite.

Al salir de la habitación, en el mismo pasillo, me di cuenta que un residente estaba mal. Es bastante imprevisible. Seguramente necesita más medicación de base, ayer el delirio era importante además de estar  a punto de ser agresivo. El personal lo quería contener, provocando más furia en él. Voces que no entendía, manos que lo sujetaba.... Se rebelaba, y con razón.

Dejarlo, darle espacio... había que hacer esto. Al cabo de bastante rato, una quietud relativa se fue apoderando de él, y pudimos inyectarle medicación. Hasta la siguiente crisis. Esta ha estado relativamente leve, cuando ingresó era temible de verdad, sufría y nosotros más.

Terminado el trabajo, inicié el descenso a planta para ver los Reyes. La paz interna estaba conmigo, no dudaba de la cura enfermera, tenía todos los ingredientes: COMPRENSIÓN, COMPASIÓN Y EMPATÍA.

Por eso estoy enfada con los Reyes.... Podían haberme dejado alguna cosita, digo yo.




¿Como se usan los cubiertos?



Está entrando en la fase donde acciones cotidianas, aprendidas en la infancia, desaparecen casi sin dar tiempo para ser aceptadas o poder ayudarla. Hoy intenta coger la sopa de fideos con el tenedor.

Observo los hechos desde el otro extremo del comedor. Como casi cada día, también ha venido la hija. Siempre a mediodía. A veces con los bisnietos.

El más pequeño mira a su bisabuela pero no ríe. A pesar de la aparente comicidad que el hecho supone. Sé que explican a los niños, con un lenguaje comprensible para ellos, la dolencia de Alzheimer que sufre la María.El niño coge la cuchara y se lo da a su bisabuela. Algo le dice al oído. Maria, no presta atención ni al niño, ni al cubierto que este le ofrece.

La voluntad puede surgir, pero la neurona pertinente no está para esforzarse y la musculatura no se activa. La abuela se aferra con fuerza al tenedor, ni coge la cuchara. Continúa su tarea titánica de coger la sopa de fideos con el cubierto no apropiado. Ahora ha tenido suerte y algún fideo ha entrado en su boca no cayendo en un regazo lleno de pasta y caldo.

Decido acercarme, la hija parece cansada. Me explica que ha ejercido de abuela toda la mañana. No hace ningún comentario de cómo come su madre. Es evidente que la situación le desborda más a ella que al bisnieto.

Solo tiene cinco años pero su lucidez en estos momentos es extraordinaria.Los niños tienen un sexto sentido y saben bien como actuar: está quieto ajeno a nuestra conversación. Se ha propuesto apoyar a su bisabuela y lo hace acariciándole la mano. Maria está ausente, no está por él, también ha dejado su banquete de fideos. Se ha cansado o se ha olvidado. Poco importa.

La conversación con la hija continúa unos instantes más, ni ella ni yo hacemos ninguno comentario de cómo come la abuela.

Al rato, la familia marchará. Alguien de nosotros acabará dandole el segundo plato con tenedor... No, ni esto puede ya hacer: Maria no tiene dentadura que le permitan masticar.Le daremos dieta blanda, el tenedor para ella ya no es necesario.

¿Quizás por eso se aferra a él?



Visita al WC. ¿Porque no los llevamos?

  Dar un curso de geriatría en el Lloc de la Dona me ha recordado una cosa que siempre observaba. Sabiendo de sobras que poco podríamos ha...