viernes, 10 de enero de 2020

Reyes, agonía y delirios.

Ayer los Reyes de Oriente, encontraron un momento para hacer una visita social, protocolaria a los abuelos y abuelas de la residencia. Es una costumbre que ayuda a pasar un rato agradable, con el consiguiente regalo.

Cuando bajé a planta, la fiesta ya era historia, ni pasteles ni regalos y mucho menos los Reyes. Ni una triste migaja de carbón me dejó, el Rey que debía agasajarme. Quizás este año he sido una enfermera mediocre, crispada al extremo por el trabajo. Era lógico que los Reyes no hicieran ningún gesto por mí.

Aun así, la tarde ha dado para mucho, solo que las personas que han estado a la celebración no han observado nada. Es la gran paradoja que se vive en una residencia: vida y muerte conviven a la vez.




No es fácil. Las jornadas son duras y largas. Las tardes son normalmente peores, los viernes, la confabulación astral siempre nefasta está asegurada, y ayer lo era. La carrera se inicia en la farmacia: dejar preparada la medicación del fin de semana. Persistentemente falta una nueva pauta, un antibiótico con urgencia, no quedan existencias y varios residentes lo llevan.

Dentro del follón controlado de cada tarde, me escapé de la farmacia un rato. La quería volver a ver. Me senté, con la silla tocando la cama, para cogerle la mano. Cerré los ojos. Su respiración ya era muy inapreciable, casi nada, un leve aliento. Quise hacer mía su soledad los pocos minutos que compartimos y esto me dio paz por el siguiente envite.

Al salir de la habitación, en el mismo pasillo, me di cuenta que un residente estaba mal. Es bastante imprevisible. Seguramente necesita más medicación de base, ayer el delirio era importante además de estar  a punto de ser agresivo. El personal lo quería contener, provocando más furia en él. Voces que no entendía, manos que lo sujetaba.... Se rebelaba, y con razón.

Dejarlo, darle espacio... había que hacer esto. Al cabo de bastante rato, una quietud relativa se fue apoderando de él, y pudimos inyectarle medicación. Hasta la siguiente crisis. Esta ha estado relativamente leve, cuando ingresó era temible de verdad, sufría y nosotros más.

Terminado el trabajo, inicié el descenso a planta para ver los Reyes. La paz interna estaba conmigo, no dudaba de la cura enfermera, tenía todos los ingredientes: COMPRENSIÓN, COMPASIÓN Y EMPATÍA.

Por eso estoy enfada con los Reyes.... Podían haberme dejado alguna cosita, digo yo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Visita al WC. ¿Porque no los llevamos?

  Dar un curso de geriatría en el Lloc de la Dona me ha recordado una cosa que siempre observaba. Sabiendo de sobras que poco podríamos ha...