Desde la ventana veo los brotes nuevos del árbol que nos acoge las tardes calurosas de verano, también puedo ver las flores del arbusto de lilas, las horas de sol también hacen el día más largo, sin casi darme cuenta, la naturaleza se renueva y yo con ella.
Hoy es Pascua. En otras circunstancias toda la familia estaría reunida para comer juntos el postre característico del día, solo que este año el pastel de la Mona no llegara a casa.
Tampoco podrá su hija verlo en vida. Estar con él durante diez años comporta estima y saber muy bien como era. Me inquietaba cuando se enfadaba, expresaba con rabia su dolor ante una desmemoria que no aceptaba. Estos últimos tiempos, había encontrado la paz en su mundo de nieblas perpetuas.
Baje la guardia, todo el equipo lo hizo, había hecho el debut con fiebre alta, dejo de comer, adormilado a deshoras. Pero respondió al tratamiento y volvió a estar como siempre.
No quisimos o no pudimos ver lo que es evidente: Esta pandemia ataca un día de forma inesperada y muy virulenta, la población de una residencia es frágil de por sí, con patologías varias. Era evidente que no soportarían un caballo de Troya así. Además que es insidiosa, parece remitir pero a los ocho o nueve días, el proceso febril se reproduce y se agrava de forma mortal para la persona que cuidados.
Murió de repente, no aviso, no nos dio margen para nada. Cuando colgué el teléfono para dar la noticia a la familia me hundí. Ahora después de seis días, sé que esta muerte marco el punto de inflexión.
No quiero saber estadísticas para conocer el número de fallecidos por coronavirus, me es igual que cada noche las personas aplaudan desde los balcones, no quiero oír más políticos diciendo que cambiaran las normas de las residencias, ahora ya somos personal sanitario por pura necesidad epidemiológica, cuando la gestión que han realizado raya al despropósito más inaudito si sabían que la Pandemia atacaría de lleno a nuestros usuarios.Tambien es posible que se les haya ido de las manos y han improvisado soluciones que no siempre han sido efectivas.
Tanto dolor, tantas muertes, tantas caras que no volveré a sonreír cada día que vaya a la residencia me han dejado exhausta. No concibo la cura enfermera sin empatía, sin comprensión, sin compasión por eso sé que he muerto también con ellos y solo espero que estos finales de vida amargos sirvan para transformar el mundo residencial geriátrico.
Tanto dolor, tantas muertes, tantas caras que no volveré a sonreír cada día que vaya a la residencia me han dejado exhausta. No concibo la cura enfermera sin empatía, sin comprensión, sin compasión por eso sé que he muerto también con ellos y solo espero que estos finales de vida amargos sirvan para transformar el mundo residencial geriátrico.
El sentido de la Pascua es renacimiento. Para los cristianos es un signo de que la Vida puede vencer a la Muerte. Quizás los valores y creencias son distintas y dispares en el mundo actual pero si nos fijamos en la Naturaleza está resurgiendo con mucho poderío este año, la contaminación humana ha dado un descanso a la Tierra.
Sé que no ha terminado esta Pandemia, pero no quiero perder la esperanza, tampoco lo hacen los brotes del árbol que veo desde la ventana, la hojarasca que está en sus pies les dan el humus suficiente para una nueva vida arbórea. Debían morir muchas hojas para que ahora su corona este llena de vida, esperemos pues que al final sepamos dar nuevo empuje a nuestras vidas, a este mundo que será necesario cambiar dentro del silencio y del dolor.
Se lo debemos a ellos. Sino su muerte será baldía, sin sentido.
És una feina molt dura, gràcies per tot el que fas, no has mort amb les persones que t han deixat, igual q les fulles de l arbre, elles t han fet més forta i més plena de vida
ResponderEliminarMe identifico con cada palabras, mi admiración hacia usted
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