Nos falta la ayuda de Ariadna, con su hilo conductor, para acompañarnos, guiarnos y salir de este laberinto pandémico que nos agobia y nos enferma al mismo tiempo. Hay cansancio, seamos o no sanitarios, nos cuesta mantener las ganas, tener esperanza ante la magnitud del drama que vivimos.
La euforia de las vacunas se ha desvanecido, viendo que el espíritu mercantilista se impone, una vez más, a la ética de los acuerdos establecidos con anterioridad.
Nadie sabe cuando tendremos una mínima inmunidad la población de España, no digo toda la Humanidad, esto tardara décadas. Afirmar que el fin de la pandemia este próximo o mínimamente controlado es un espejismo bonito pero irreal.
Hay pues necesidad de silencio, de estar atento a los nuevos tiempos que vienen, confiar, sin renunciar a una mejora que no se ve por ninguna parte aun. Es urgente esperar pacientemente que el ovillo de hilo que teje la Ariadna del siglo XXI, nos ayude a encontrar una senda que debe resolver situaciones que se han tomado sin equilibrar el coste humano para los más vulnerables. Los ancianos de las residencias los hemos castigado a una soledad que ha mermado muchísimo su precaria salud.
Valores fundamentales se han dejado de lado, para salvarlas de la enfermedad. Craso error, porque a pesar del confinamiento, la mortalidad se ensañó con ellos, no solo en la primera ola, también ahora.
La Sacro Santa libertad individual no se ha respetado, más bien se ha optado por medidas represivas que tampoco evito el drama vivido en las residencias. Habrá que plantearse seriamente no solo dejar firmado y rubricado como quieres morir, sino escribir que en caso demencia quieres ser tratado con la máxima dignidad humana y no ser confiando en una habitación con los pertinentes PCR y TAR semanales.
Vernos a los cuidadores disfrazados de buceadores, con mascarillas, Epis, frótales que solo distorsionan la voz... no ayudan para nada a la estabilidad emocional del residente, por no decir que las perdidas cognitivas han ido al alza, al igual que las mermas de movilidad o autonomía.
El debate social es urgente y no sé si algún día se llegaran a tomar decisiones o cambios de rumbo importantes en el ámbito asistencial geriátrico.Lo que si se es que el modelo actual cruje y está totalmente resquebrajado con la Pandemia.
Dejar en manos privadas, o mejor dicho, a Fondos de Inversión, la asistencia de la las personas dependientes en nuestro país no es una buena solución. La oferta de camas residenciales públicas es mínima para la demanda existente. La entrada masiva de capital en el sector estos ultimos años, solo busca un valor de productividad acorde al sistema de económico imperante.
La cura de la persona geriátrica, con pluripatologias no puede ser tratada con un enfoque solo economicista. Hay que debatir el futuro de las residencias desde todos los ámbitos sociales.El sistema tiene una problemática endémica a resolver: una alta precariedad laboral, ratios justos de gerocultores, sueldos bajos... Situaciones que hace muy poco atractiva el trabajo en residencias.
La sociedad está inmersa en múltiples problemas y el debate geriátrico no interesa, duele ver la gran carga mórbida o sensacionalista de las noticias sobre las residencias en más de una ocasión.
La vejez, la muerte, la perdida de autonomía, la decrepitud propia del último periodo no interesan, hay temas más acuciantes. Estamos inmerso en una crisis de ámbito mundial donde el futuro ha dejado de existir de forma nítida y segura, nos imaginábamos libres y no lo somos, un simple virus ha desquiciado nuestras vidas.
El Doctor Rieux en las últimas páginas de La Peste de Albert Camus afirma:'' Quería hacer como todos los que lo rodeaban y que parecían creer que la Peste puede venir y marchar sin cambiar el corazón de las personas".
Podemos ser ciegos, olvidarnos del presente, soñar con el futuro.Pensar que todo será igual al finalizar la pandemia, es de una gran ingenuidad.
Asi que es hora de coger el hilo de Ariadna y seguirlo, algo nuevo nacerá después de estos tiempos convulsos.
Imagen de Jan Helebranbay t en Pixa
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