Aún hace calor, aunque por la mañana temprano y por noche, se nota el frescor de la naturaleza. Habrá que poner a todos alguna rebeca, o quizás una manta cuando estén haciendo la siesta.
Son frágiles, vulnerables, no soy consciente de esta realidad cuando voy acalorada por los pasillos con el carro de curas por la mañana. Me ha costado, debo reconocerlo . Ahora me esfuerzo en levantar la ropa de la cama con mimo, solo aquel pie, el brazo... No los dejo desnudos al aire de la mañana. Hago curas o tratamientos, en ocasiones después de la ducha, a veces no. Intento hacerlo cuidadosamente. Me daría mucha rabia que alguien sin decir palabra de un golpe me despertara, abriera la luz y encima apartara la ropa de la cama. Además de despertarme consigue que me hiele!!.Lo dicho rebeca y a vigilar los resfriados.
Desde la tercera planta, mientras espero el ascensor, mis ojos se posan en el jardín. Estos pinos no tienen una caída majestuosa de hojas. Son finas y puntiagudas. Van rápidas en su descenso a tierra.
Cierro los ojos un instante y me doy cuenta de que me gustaría ahora sentarme delante de un árbol majestuoso para ver el baile de las hojas al caer.Se van soltando a poco a poco. Si hay viento antes juegan con él, segundos, horas, días seguidos son mecidas a su merced. Van congeniando, enamorándose mutuamente. Se necesitan, fragilidad y fuerza al unísono. Las hojas saben que ha llegado la hora de cambiar de forma, quizás morirán con esta silueta, pero este desprendimiento, esta entrega a la tierra tiene mucho de renacimiento, en otra yema, fruto u hoja la primavera próxima, por no decir vida en el subsuelo del mismo árbol que la vio nacer. Nada en la naturaleza se pierde. El ciclo es justo siempre.
Como completa es mi jornada. Hay días duros. Hoy lo ha sido. Todos y todo ha congeniado para que la tarde se complicara de verdad. Me duelen las piernas, me he sentado muy poco y solo quiero irme. A última hora voy a su habitación. Sé que voy a decirle adiós, también pondré la última dosis de medicación sedativa. Dudo que pase de esta noche. Los signos muerte están todos en ella.
Nadie puede reconocerla en estos instantes, su declive ha sido progresivo pero su voluntad muy firme. Sin ninguna palabra, cerraba su boca a la hora de la comida. Meses seguidos así, desde primeros de año, quizás un día comía un poco para el siguiente negarse. En ocasiones su mirada era muy lucida, si estabas atenta sus ojos decían lo que su garganta no podía pronunciar. Nadie rompió su voluntad y nadie lo intento, su familia lo comprendió. Ahora están todos aquí. No hay dolor, sino aceptación, es una más de las muertes anunciadas de geriatría, inevitable y muy tranquila por parte de todos.
Como estas hojas que cada otoño se despegan del nogal, del abedul, de todos estos árboles majestuosos que nos dan sombra en verano para desprenderse de su corona arbórea de hojas. Ella ha bailado su baile, no ha dejado que el viento la arrancase de golpe, ha marcado ella el ritmo, la forma y también el tiempo de la despedida. Marcharse cerca del solsticio de otoño, cuando la luz empieza a menguar, es una forma bonita y distinguida de decir adiós.Una señora elegante se ha ido, lo fue en vida y también su la muerte.
Foto primera: Simon Matzinger. Pexel.com
Foto segunda: Silviu Cozma en Pexels
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