miércoles, 16 de septiembre de 2020

¿Envejecer o no envejecer?. Esta es la cuestión.

El cuerpo inicia su declive en el mismo momento que nacemos, neurona o cédula digestiva o pituitaria,  mueren sin que nada ni nadie lo note, tampoco nosotros que estamos demasiado absortos en mamar y dormir.

Mientras somos jóvenes todo va bien, no notamos nada, es igual que no durmamos, que las ingestas sean copiosas, que algún que otro exceso de alcohol u otras drogas nos hagan pasar malos momentos o nos marquen para siempre. El cuerpo puede quedar maltrecho pero seguimos adelante, con más neuronas y cédulas muertas eso sí.

Se va trampeando la vida y los apaños que vamos poniendo al cuerpo. Como un coche que debe durar mucho, vamos al mecánico-medico con la esperanza de ir tirando sin dolor, sin achaques. Pero vienen uno detrás de otro, día si, día no: que si una aspirina para las muelas, el lumbago omnipresente a cualquier esfuerzo.Tomar un gin tonic, ya empieza a ser una bomba de malestar importante al rato de beberlo. Es igual que Miguel lo tolere o Pilar los exprima con extremado placer, quedándose como una rosa el resto de la noche. Tú no, ni eso puedes, y menos cenar de forma abundante, solo ensaladas y algo ligero, pasando amablemente de los postres. Los michelines no perdonan y hacer dieta después de la menopausia es trabajo titánico de verdad.

Así casi sin darte cuenta, la vida pasa.Recuerdas bien como eras, que hacías, que aspirabas hacer o conseguir. Solo tú sabes si lo has logrado, si aún tienes esperanza, ganas de luchar, de amar y de entregarte sin esperar nada. Solo vivir.

Te miras al espejo, mañana tarde o noche.La imagen reflejada será siempre la tuya. Sin engaños, ni disfraces. Aquí estas, nadie podrá ayudarte. ¿Como sobrellevar estos momentos íntimos donde la realidad corporal se muestra sin tapujos?. Hay alternativas, algunas muy evidentes aquí están:

  • Opción previsible: Entrar en picado en una depresión importante que nada ni nadie puede aliviar. No se llega de un día por otro, es insidioso el inicio y en ocasiones se solapan los síntomas de manera que discernir que demonios te está pasando cuesta. Pedir ayuda es necesario, medicinas, terapias, todo vale, pero la solución verdadera es aceptar que no puedes ser joven por más tratamientos faciales que hagas. No es fácil recomponer el equilibrio cuerpo-mente-espíritu. El primero ha cambiado, la mente aún aguanta, ( la desmemoria esta esperando su oportunidad). Nos queda el espíritu, la tabla de salvación que no todos sabemos coger.
  • Opción agresiva: Romper todos los espejos de tu casa uno detrás de otro. Sin miramientos ni escrúpulos. Con rabia a martillazo limpio. Incluso si hablas con la comunidad de vecinos, puede que más personas les guste el planteamiento y entre todos hacéis una guerrilla para aporrear los de la entrada y el del ascensor. Nada te mostrará tus arrugas, tu flacidez, nada te dirá que estás envejeciendo a pasos agigantados, podrás mantener el engaño seguramente un tiempo.Al final, una noche o quizás una mañana el dolor artrósico te paralizara, no tendrás espejos para ver el edema en la rodilla, pero es igual, sabes de sobra que estará contigo para siempre.
  • Opción divertida: Reír a carcajadas, un buen rato seguido. Como mínimo hasta que duelan todos los músculos de la cara, si no la terapia no es válida.Es cuestión de mofarte de ti misma, motivos no te faltarán si miras con atención un cuerpo que hace mucho ha dejado paso a una laxitud  extrema, a un decaimiento total y absoluto. Sabes de sobra que estas en aquella fase que no esperas ser mirada por la calle, por tanto libertad absoluta en ropa, zapatos o complementos. Vas vestida cómoda, sin los malditos talones de antaño, la libertad está en ti. Vale  la pena celebrarla.
  • Opción tiempo:  Cronos devoró a sus hijos para que no pudieran robarle su poder, el tiempo tiene una fuerza angustiosa y ver pasar los años, sabiendo que te espera un final, no siempre es llevadero.Cronos no lo consiguió. Nadie puede parar el tiempo, podemos esconder los relojes, no poner más pilas, pero el curso de las horas estará en la vida. Sin embargo hay otra palabra sabia de los griegos: Kairós. Vivir una nueva posibilidad, volver a respirar el presente sin miedo al futuro, dejar el tiempo enfermizo de Cronos para terminar la etapa de la vejez con alegría y plenitud. Discernir que forma de instantes, momentos, queremos tener en los últimos años de vida, es crucial.

Así que bienvenida sea esta vejez que está llamado a la puerta, con arrugas faciales, un pelo blanco que muestra con orgullo su poder de años vividos con ilusiones, amores, penas, desánimos, alegrías sin fin... Pensar que la vejez es el final es un craso error, es el momento de terminar todo lo que aún no hemos hecho, de ser realmente libres, llegara el Gran Silencio, pero la vida es nuestra y hay que vivirla. A tope.


Imagen de Gerd Altmann en Pixabay  (primera foto)

Imagen de Thiago Matos (segunda foto cristales )

Imagen de Taryn Elliott  en Pexels ( reloj)













    


miércoles, 9 de septiembre de 2020

Baile de hojas


Aún hace calor, aunque por la mañana temprano y por noche,  se nota el frescor de la naturaleza. Habrá que poner a todos alguna rebeca, o quizás una manta cuando estén haciendo la siesta.

Son frágiles, vulnerables, no soy consciente de esta realidad cuando voy acalorada por los pasillos con el carro de curas por la mañana. Me ha costado, debo reconocerlo . Ahora me esfuerzo en levantar la ropa de la cama con mimo, solo aquel pie, el brazo... No los dejo desnudos al aire de la mañana. Hago curas o tratamientos, en ocasiones después de la ducha, a veces no. Intento hacerlo cuidadosamente. Me daría mucha rabia que alguien sin decir palabra de un golpe me despertara, abriera la luz y encima apartara la ropa de la cama. Además de despertarme consigue que me hiele!!.Lo dicho rebeca y a vigilar los resfriados.

Desde la tercera planta, mientras espero el ascensor, mis ojos se posan en el jardín. Estos pinos no tienen una caída majestuosa de hojas. Son finas y puntiagudas. Van rápidas en su descenso a tierra.

Cierro los ojos un instante y me doy cuenta de que me gustaría ahora sentarme delante de un árbol majestuoso para ver el baile de las hojas al caer.Se van soltando a poco a poco. Si hay viento antes juegan con él, segundos, horas, días seguidos son mecidas a su merced. Van congeniando, enamorándose mutuamente. Se necesitan, fragilidad y fuerza al unísono. Las hojas saben que ha llegado la hora de cambiar de forma, quizás morirán con esta silueta, pero este desprendimiento, esta entrega a la tierra tiene mucho de renacimiento, en otra yema, fruto u hoja la primavera próxima, por no decir vida en el subsuelo del mismo árbol que la vio nacer. Nada en la naturaleza se pierde. El ciclo es justo siempre.

Como completa es mi jornada. Hay días duros. Hoy lo ha sido. Todos y todo ha congeniado para que la tarde se complicara de verdad. Me duelen las piernas, me he sentado muy poco y solo quiero irme. A última hora voy a su habitación. Sé que voy a decirle adiós, también pondré la última dosis de medicación sedativa. Dudo que pase de esta noche. Los signos muerte están todos en ella.

Nadie puede reconocerla en estos instantes, su declive ha sido progresivo pero su voluntad muy firme. Sin ninguna palabra, cerraba su boca a la hora de la comida. Meses seguidos así, desde primeros de año, quizás un día comía un poco para el siguiente negarse. En ocasiones su mirada era muy lucida, si estabas atenta sus ojos decían lo que su garganta no podía pronunciar. Nadie rompió su voluntad y nadie lo intento, su familia lo comprendió. Ahora están todos aquí. No hay dolor, sino aceptación, es una más de las muertes anunciadas de geriatría, inevitable y muy tranquila por parte de todos.

Como estas hojas que cada otoño se despegan del nogal, del abedul, de todos estos árboles majestuosos que nos dan sombra en verano para desprenderse de su corona arbórea de hojas. Ella ha bailado su baile, no ha dejado que el viento la arrancase de golpe, ha marcado ella el ritmo, la forma y también el tiempo de la despedida. Marcharse cerca del solsticio de otoño, cuando la luz empieza a menguar, es una forma bonita y distinguida de decir adiós.Una señora elegante se ha ido, lo fue en vida y también su la muerte.

Foto primera: Simon Matzinger. Pexel.com

Foto  segunda:  Silviu Cozma en Pexels


martes, 1 de septiembre de 2020

El dolor ajeno asusta


 Lo reconozco: en más de una ocasión he huido. No siempre he sabido estar al lado del residente, de la persona. He tenido miedo. La angustia que no puedes frenar,una opresión desmedida, me ha obligado a marcharme sabiendo que no era lo mejor, pero el bloqueo era excesivo y poco podía hacer si me quedaba.


Aquí no voy a mentir. Ver el dolor cuando este se da con toda su fuerza y rudeza no es fácil. Hay profesionalidad. Cierto. Solo que en situaciones extremas no siempre funciona la regla experta de ser competente en tu trabajo.

Sobrellevar según qué situaciones no es tarea fácil.Los motivos pueden ser muchos: te ves reflejado, sin querer rememoras situaciones, muertes queridas, a lo mejor aún no superadas. También la relación de años con la persona ingresada, la complicidad con la familia, o los múltiples desencuentros acaecidos con esta o el residente. Sea lo que sea quieres marchar, desaparecer, levantar el vuelo y emigrar como las golondrinas al final del verano. Si te quedas es porque eres santa o inconsciente, situación que no es mi caso.

Siempre recuerdas el momento, la persona, porque dijiste aquella excusa, porque no subiste a verla…También hay alguna cara, alguna situación que está marcada con fuego en tu memoria.

Llorar es el medio corporal, donde el sentimiento se expresa con toda su crudeza, donde toda tú se vacía de la rabia, de la angustia de no haber sabido estar a su lado. Un compromiso profesional que esta vez no lo has cumplido, solo que tu humanidad, tu indefensión te ha traicionado cuando él o ella más te necesitaban. Tengo mis rincones donde nadie me puede ver. Alguna vez el dolor ha sido tan grande que he sabido buscar consuelo en la compañera fiel que siempre saber leer tu rostro desencajado. Nunca dice nada. Pero está a mi lado y me abraza. Ahora, con el Covid-19, ni eso puedo recibir!!!.

Solo de esta manera, seré capaz de volver a entrar en aquella habitación recompuesta anímicamente. Con el fuero interno diciéndome que todo está otra vez bajo control. Esperando con calma la próxima huida, es inevitable. Mañana, quizás semana próxima o por Navidad. Pero vendrá

Foto de Kat Jayne en Pexels


Visita al WC. ¿Porque no los llevamos?

  Dar un curso de geriatría en el Lloc de la Dona me ha recordado una cosa que siempre observaba. Sabiendo de sobras que poco podríamos ha...