El poeta latino Horacio escribió estas palabras. Sin ninguna duda tienen plena vigencia y en estos tiempos post pandemia, aún más.El confinamiento, la pandemia en si misma ha provocado muchos dramas no solo de mortalidad o económicos. No es ahora el momento de esbozarlos o nombrar los más evidentes.
Hay como una corriente de fondo social que es peligrosa en extremo. Se estaba gestando desde hace mucho, nada viene rápido y menos un cambio de esta envergadura.El individualismo ha sido el motor, fomentado en parte por las redes sociales. Una falta de valores importantes tanto sociales como culturales, por no decir espirituales, ya que hablar de religión es insostenible en estos momentos.
El tejido intergeneracional se ha roto, no es tan potente como antaño. La familia era el pilar que sorteaba las crisis. Muchos abuelos aguantaron económicamente a sus hijos el 2008. Ahora es más complejo, las últimas generaciones que vivieron la posguerra y por tanto acostumbradas a vivir con lo justo ya no están o viven en los geriátricos.
Por esto la expresión latina de Horacio toma pleno sentido. Solo al salir a la calle se hace presente. No es observable en una persona, son muchos, cientos, yo diría que miles.El gobierno habla de la responsabilidad de la ciudadanía, no la hay. Es imposible, la sociedad o una parte importante de ella, le da igual el covid-19.Las muertes en los geriátricos o en los hospitales. No se sienten preocupados por el umbral de pobreza creciente en muchas familias, personas que no tengan ni para comer.
Tampoco les importa que la causa final de la pandemia es por nuestra insensibilidad por la Tierra, la crisis climática es gravisima. La oportunidad que nos da la crisis debemos aprovecharla, es la última para cambiar hábitos arraigados insostenibles para un futuro humano en este planeta azul. La Tierra es nuestra casa, la única que tenemos. No debemos olvidarlo, y lo hacemos.
Esta locura de vivir al día sin preocuparse del mañana, olvida la gran premisa universal que nos ha hecho crecer como Humanidad: Sin el otro no soy nada, ni aprendo ni puedo vivir, él está en mí y yo en él. Formamos un todo, un conjunto que nos enriquece y nos hace fuertes.
Solo nos queda una posibilidad: encontrar nuevamente el equilibrio personal, para así poder requilibrar nuestro entorno y de paso retornar a la Tierra su paz. Solo así tendrá sentido el dolor de ahora.
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