Ayer volví a la residencia, esta mañana he recordado una de las películas preferidas de mi madre. Seguramente desconocía que era un alegato subliminar de la industria de Hollywood hacia los comunistas comparándolos con las hormigas destructivas que asolan regiones en Sudamérica. Fue rodada el 1954, en plena Guerra Fria, los insectos eran el `` mal´´ a frenar y combatir, no debían entrar.
El Covid-19 no es una hormiga, sino un virus, su paso a diezmado la población de las residencias y no solo en España. Las consecuencias en los centros asistenciales geriátricos de todo el mundo han sido alta, la mortalidad se ha disparado de forma espectacular.
Cuando ayer empecé a hacer la ronda de la mañana comprendí el grado de afectación real, no saldrá en ninguna estadística mortuoria, pero serán secuelas muy complejas de resolver.
Los que ha sobrevivido, sus caras expresan sin ningún disimulo la dureza de la enfermedad. Están más delgados, alguno ha comido poco y el desánimo tampoco ayuda a tener apetito. Los problemas motores por haber estado encamados son importantes, la pérdida muscular será difícil de recuperar por más rehabilitación o gimnasia que intenten las fisioterapeutas.
Hay tristeza en muchas miradas, la soledad, no ver a las familias, la poca comprensión a veces del motivo por el que estaban encerrados es sus habitaciones, porque dulcificar la palabra con decir que hemos confinado es solo un subterfugio teatral de la situación vivida.
Si había desmemoria o la situación cognitiva ya apuntaba a complicarse, los ingresos al hospital, la desubicación han agudizado el deterioro mental de forma irreversible.
Sonríen ahora, es verdad.Ayer más de uno, con las distancias bien tomadas gracias a los gerocultores, tomaban el sol en la terraza, la tan necesaria vitamina D volvía a unos cuerpos maltrechos.
Después de esta gran marabunta viral, con la certeza que habrán repuntes. Me cuestiono sino deberíamos cambiar los protocolos y actuar con mayor celeridad y prevención si el Covid-19 vuelve a las andadas. Ni los sanitarios que hemos estado en primera línea, ni las personas mayores que viven en las residencias, supervivientes de un drama no solo físico, sino emocionalmente durísimo, lo vamos a resistir.
La película termina con un campo inundado, totalmente asolado por el paso de los insectos, el abrazo de la pareja protagonista, formada por Charlton Heston y Eleanor Parker es el final feliz que se espera en una película de Hollywood.
¿Seremos capaces de reconstruir mucho más que una plantación de café? Está en juego la calidad de vida de nuestros mayores y nuestro futuro también. El modelo asistencial geriátrico se ha demostrado imperfecto, no solo aquí, las Nursing Homes de Gran Bretaña y USA, como en Suecia, no han salido indemnes de la Pandemia. Tenemos dos posibilidades: olvidar lo vivido es una opción, luchar para que no vuelva a pasar otra. Cada uno debe escoger su elección.
Imagen de Hans Braxmeier en Pixabay
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