miércoles, 20 de octubre de 2021

Visita al WC. ¿Porque no los llevamos?


 

Dar un curso de geriatría en el Lloc de la Dona me ha recordado una cosa que siempre observaba. Sabiendo de sobras que poco podríamos hacer en la residencia.

Son mujeres con ganas de aprender,su posible lugar de trabajo esta centrado en domicilios. Debía pues explicar la relevancia que podia tener para la persona que cuidamos, sentarla en la taza del WC.

Todos tenemos unos horarios más o menos estables de hacer deposiciones u orinar. El margen no siempre es exacto, es verdad, pero en las defecaciones se puede ajustar bastante si no se pierde la costumbre de sentarse en el WC.

Esta acción tan simple puede posibilitar que la persona mayor, no se ensucie, no necesite tantas bragas pañal y lo que es más importante: su auto estima no quede más debilitada aún.

Hacerse las necesidades encima es un tema que angustia y preocupa mucho a la persona si su deterioro no es muy acentuado.

Además, los pañales nunca son maravillosos: la humedad, no cambiarlos rápidamente, la calidad de la celulosa… todo ayuda a la aparición de infecciones de orina o dermatitis importantes en las ingles.

Si en las residencias no tuvieran la falta endémica de personal por unas ratios totalmente deficientes, se podría sentar la persona en los inodoros al levantarla, al acostarla o después de comer, por ejemplo, pero esta calidad de asistencia es imposible

Las alumnas del curso han entendido la importancia de observar los horarios de defecación y establecer un ritmo de visitas el cuarto de baño de la persona que cuidan.

Ellas lo han entendido, al menos le ponen ilusión.

jueves, 14 de octubre de 2021

¿Porque no ser una Barbie centenaria?

  

Actualmente hay una gran presión social para estar bien, esplendido y rebosante de energía, con capacidades físicas óptimas, sobretodo en personas digamos maduras.

   Craso error cuando la franja de edad es alta. El envejecimiento es lento, las fuerzas no se van de un día para otro, pero pretender vivir eternamente como cuando se era adolescente es utópico y absurdo.

   No hace mucho vi la esposa de un antiguo compañero de trabajo. Era o mejor dicho, pretendía ser una modelo de alta costura, una verdadera Barbie.El pelo siempre arreglado, maquillada, las uñas perfectas. Adepta a múltiples dietas para no engordar. La persona que encontré en la calle, era irreconocible. Si no hubiera llevado la silla de ruedas mi compañero, dudo que la conociera. El peso de los años estaba en su rostro. De nada le sirvió las cremas reafirmantes y antiarrugas, por no decir las clases de gimnasia y las largas caminatas extenuantes. 

   El marido me conto sus cuitas. Al verse envejecer entro en un una fase depresiva severa. Con épocas de insomnio pronunciado que no se resolvían con mediación. Fueron a muchos médicos, pruebas, análisis y tratamientos de pago para mejorar un estado de ansiedad y depresión, alternándose como la noche y el día.

  La demencia senil ha hecho mella en ella. Me despido de ellos pensando que es una suerte que no se reconozca  en el espejo su esposa. Si lo hiciera, si tuviera aun capacidad cognitiva, sé preguntaría quien es esa `` vieja ´´ del espejo. Porque ciertamente si tenemos suerte y no morimos antes, todos podemos pasar por este trance.

   He escrito la palabra suerte  a consciencia. Es una etapa más de la vida el envejecimiento. Los médicos harán pruebas para hacer un diagnóstico certero. Podrán escribir la causa del sangrado, del ahogo o del dolor en el curso clínico, pero de la vejez, no se escapa nadie si vivimos muchos años. La salida solo es la tumba. 

   Ella no se preparó. Se negó a la realidad de la vida. Ahora ya es tarde, demasiado tarde. 

Foto de Tara Winstead en Pexels

miércoles, 13 de octubre de 2021

Jubilación pasota

 


De repente, de un día para otro, ya no tienes que madrugar. El timbre estridente del despertador a enmudecido de golpe.

Puedes ir con pijama todo el día. Si quiere pasear el perro sin lavarte la cara o no quieres peinarte, solo es cuestión de ponerte el chándal chulo. Encubrir los ojos con gafas de sol, las más grandes (a poder ser). Móvil en la mano con los omnipresentes auriculares, una música estridente que se oye a un metro de ti. Con esta guisa, nadie va hablarte y te convertirás en un zombi andante.

Este desbarajuste de vida que es jubilarse puede agravar aún más los michelines de la cintura, el picoteo puede ser continuo, los horarios de comidas caóticas. ¿Cómo vas a dejar de ver tu serial predilecto en la tele?

No te ayuda para nada las siestas largas que haces. Como vas con pijama y la cama no está hecha, te pones en ella para dormitar toda la tarde. El insomnio nocturno se agrava.

De repente te das cuenta que es tardísimo, que no has hecho nada útil en todo el día, aparte de bostezar, comer, mirar en las redes sociales los cotilleos del día, ver tele y dormir.

Ni el mocho has pasado por la cocina, ni has puesto la lavadora en los horarios económicos. Cosa imposible ya que no estabas atenta al reloj.

!!!No tienes más pijamas limpios !!!.

El drama de repente te nubla la mente, casi te pones a llorar.

Tocara vestirse pues, aunque sea con el chandal o aquellas mallas que tienes medio rotas.Con ellas y una camiseta ya tienes pijama.

La otra opción es acicalarse, salir a la calle y saludar a los conocidos que encuentres, porque desde que estas jubilada, no has hablado con nadie. 

Solo mensajes en Facebook, Twitter.... no estoy segura que esto sea propiamente hablar.

¿Verdad que no? 

Imagen de tookapic en Pixabay 

lunes, 4 de octubre de 2021

#nobrachallenge



Las horas pasadas en las urgencias de un hospital son 
lentas, aburridas además de incomodas. Si hay dolor todo se complica, pero siempre hay un punto de inflexión: cuando recomienzas a estar un pelín mejor y vas fisgoneando si alguien está peor que tú.

Aquella anciana pronto me llamo la atención, desde mi camilla podía ver sus movimientos. Ni ella ni yo podíamos hacer nada, solo esperar. Este planteamiento lo asimile rápido, ella no.

Se levantaba continuamente y preguntaba ansiosa por su ropa, pero sobretodo no quería ir sin sostenes. Esta era su máxima preocupación. No era consciente que con tanto paseo llevaba la camisa abierta por detrás enseñando sus posaderas a diestro y siniestro. Eso sí: bien cubiertas con unas bragas de algodón sujetas hasta la cintura.

La enfermera que la atendía sabía hacerlo. Dominaba la paciencia y tenía empatía a raudales. Le puso esparadrapo con la idea de cerrarle el camisón por detrás, pero con tanto ir y venir se le despegaba continuamente.

La anciana estaba realmente obsesionada, no entendía algo tan simple como prescindir de los sostenes cuando estaba despierta, ya que decía que solo se los sacaba cuando iba a dormir. Inmersa en un bucle perfecto, era difícil que saliera de él.

Me hubiera gustado decirle que este verano se ha ido imponiendo la moda de no llevarlos. La Pandemia ha propiciado estar en casa y el movimiento #nobrachanllege. Formado por mujeres anónimas y otras no tanto- como la actriz Gillian Anderson protagonista de la serie Expediente X- va ganando adeptas, porque realmente es muy cómodo. Ella dijo abiertamente que no le importaba que sus pechos le llegaran hasta el ombligo.

Seguramente será un proceso largo pero la brecha está abierta. Las vestimentas, las normas sociales, no son nunca intocables, con la Pandemia muchas cosas se han trastocado.

Aquella anciana nunca prescindirá de sus sostenes, ni se pondrá un tanga. Esto es bien seguro. Lo realmente importante es que su indumentaria de años, sus hábitos o costumbres sean respetadas.

Aquella noche en urgencias su ansiedad estaba desbocada, el trauma era importante. No preguntaba porque estaba allí, ni le importaba su hija, ella solo quería sus sostenes.No hubiera constado nada cogerlos de la bolsa de plástico donde tenía su ropa.

Nadie hizo el gesto.

Foto de Anete Lusina en Pexels


Visita al WC. ¿Porque no los llevamos?

  Dar un curso de geriatría en el Lloc de la Dona me ha recordado una cosa que siempre observaba. Sabiendo de sobras que poco podríamos ha...