Me llamo la atención su gesto, no comprendí el significado, al repetirlo varios días seguidos lo comprendí. Como observar su expresión, no hablaba, pero se hizo entender de forma clara: No quería que le pusiera el Clexane en el abdomen.
Nos miramos y sé que le sonreí contenta de haber entendido su enfado. Recuerdo que le explique los motivos por los que debía ponerle el inyectable, pero su cara mostraba disgusto de forma evidente. No estaba nada convencido, me retiro la mano un par de veces más. Al final se la puse en la zona hemipléjica del cuerpo y así lo hice hasta el fin de la pauta.
Recuerdo que salí contenta con la comunicación que se había establecido. Siempre estuve muy pendiente de él, desde el primer día que lo vi.
Aún recuerdo el ingreso y el diagnóstico demoledor por su juventud. No era una mirada vacía la suya. Era de inteligencia y los hechos han demostrado que la neuroplasticidad cerebral es posible. Visitas a centros externos. La estimulación, el cariño, el tesón de la familia propiciaron minimizar las lesiones cerebrales, durante un tiempo.
Nadie contaba que llegaría la Pandemia, el aislamiento supuso para él un verdadero castigo y poco se pudo hacer para remediar su soledad.
Hay efectos colaterales del Covid-19 que no saldrán en ninguna estadística, no se sabrá nunca de forma fehaciente el dolor emocional, las perdidas cognitivas, de autonomía o movilidad que ha supuesto el aislamiento.No poder contar con el estímulo permanente de las familias, su cariño, a sido una verdadera lacra.
Perdió en pocas semanas, los avances de nueve años. No es extraño que decidiera marchar una mañana fría de noviembre.
Imagen de Alexas_Fotos en Pixabay
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