jueves, 10 de diciembre de 2020

Lapiz y papel

Mira por donde que ahora resulta que escribir a mano potencio mucho más mis neuronas que teclear en este ordenador horas y horas, con el consiguiente dolor cervical por la posición de la cabeza.

Sé dé sobras que soy de una generación que aprendimos a escribir a mano en unas libretas a rayas, los cuadernos Rubio, donde debíamos poner las frases, sin ningún tachón ni falta. La letra cursiva era aprendida con esa guisa. Incluso guardo algún cuadernillo de redondilla, letra muy mona, pero difícil de hacer, debió de marcarme muy poco la practica, ya que ahora mis escritos no son fáciles de leer.

Volviendo al tema de este escrito: Las personas mayores no siempre pensamos que ejercitan sus neuronas lo suficiente y no es verdad. Solo con el hecho de escribir, mover la mano sobre el papel hacemos una multitud de conexiones cerebrales para unir mano y cerebro con la consiguiente motricidad fina que se establece con el simple gesto de coger un lápiz, un papel y plasmar una idea, comentario o sentimiento.

Se empieza a objetivar con estudios, las consecuencias de estar horas delante de un ordenador en los adolescentes. La Pandemia aún lo ha complicado más: seguir una clase no presencial vía telemática para muchos estudiantes ha sido difícil. No sé cómo estamos de fracaso escolar, pero si antes era alto, ahora el valor será estratosférico.

Así que estoy orgullosa, como las personas mayores de la residencia, listísimos por escribir a mano, por hacer faltas, tener que borrarlas y no encontrar la goma o el Tipp-ex.

Que nadie nos diga que no estamos a la moda o que somos ya antiguallas, el esfuerzo diario de ejercer el arte de la caligrafía con redondilla o sin ella, potencia enormemente nuestro cerebro, así que como dice un adolescente que conozco: Hay que darle caña!!!.

Escribir cada día es una obligación sana, es igual si utilizamos la mano derecha o la izquierda. Las neuronas no son políticas por ahora.


Imagen de Free-Photos en Pixabay  (pluma)

Foto de David Cassolato en Pexels

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Neuroplasticidad en vivo y en directo

 



Me llamo la atención su gesto, no comprendí el significado, al repetirlo varios días seguidos lo comprendí. Como observar su expresión, no hablaba, pero se hizo entender de forma clara: No quería que le pusiera el Clexane en el abdomen.

Nos miramos y sé que le sonreí contenta de haber entendido su enfado. Recuerdo que le explique los motivos por los que debía ponerle el inyectable, pero su cara mostraba disgusto de forma evidente. No estaba nada convencido, me retiro la mano un par de veces más. Al final se la puse en la zona hemipléjica del cuerpo y así lo hice hasta el fin de la pauta.


Recuerdo que salí contenta con la comunicación que se había establecido. Siempre estuve muy pendiente de él, desde el primer día que lo vi.

Aún recuerdo el ingreso y el diagnóstico demoledor por su juventud. No era una mirada vacía la suya. Era de inteligencia y los hechos han demostrado que la neuroplasticidad cerebral es posible. Visitas a centros externos. La estimulación, el cariño, el tesón de la familia propiciaron minimizar las lesiones cerebrales, durante un tiempo.

Nadie contaba que llegaría la Pandemia, el aislamiento supuso para él un verdadero castigo y poco se pudo hacer para remediar su soledad.

Hay efectos colaterales del Covid-19 que no saldrán en ninguna estadística, no se sabrá nunca de forma fehaciente el dolor emocional, las perdidas cognitivas, de autonomía o movilidad que ha supuesto el aislamiento.No poder contar con el estímulo permanente de las familias, su cariño, a sido una verdadera lacra.

Perdió en pocas semanas, los avances de nueve años. No es extraño que decidiera marchar una mañana fría de noviembre.

Imagen de Alexas_Fotos en Pixabay 



Visita al WC. ¿Porque no los llevamos?

  Dar un curso de geriatría en el Lloc de la Dona me ha recordado una cosa que siempre observaba. Sabiendo de sobras que poco podríamos ha...