miércoles, 26 de agosto de 2020

Higos chumbos


Me topo con una mata al lado del camino, hay muchos en su punto y otros más pequeños, de un color púrpura. El suelo está lleno. Alguno reventado y tiñendo de marrón la tierra como pequeñas hemorragias de sangre vegetal con sus simientes.

El campo da sus últimos frutos y el color púrpura de los higos es una nota cromática que se agradece en una época del año donde los matices están muchos de ellos quemados por el sol. Volveré a venir por este camino. Cada vez la planta me ofrecerá otro color, otro fruto, otra imagen. Como yo a ella. Dar una caricia a una planta como esta es peligroso, me aproximo a ella y hago un amago de tocarla antes de irme a modo de despedida. No sé, lo he sentido así.

Pienso en la residencia, y mi frialdad inicial con los residentes. Me costaba abrazarlos, darles caricias. Nunca me han dado repulsión,  era mi timidez, no quería molestar. En esto soy muy escrupulosa. Incluso con la familia o los amigos. No quiero hacerme fastidiosa.  De hecho quería guardar las formas. Pero muy rápidamente todo salto por los aires y empecé a abrazar,  a dar muestra de cariño en mejillas, abrazos o coger manos. Las respuestas fueron mucho más de lo que esperaba y me di cuenta que me sentaba bien. No sé quién las necesitaba  más si ellos o yo.

Ahora todo esta en hibernación, ningun abrazo, nada de besos, manos enguantadas con plastico en ocasiones de color negro, mas tetrico imposible!!

Así que la planta de higos chumbos hoy  tiene mi caricia, ella no  teme al Covid-19. Espero. 

Imagen de Miguel Ibars en Pixabay 


jueves, 20 de agosto de 2020

¿ Donde estan las familias ?

No están. Aunque quisieran no pueden venir todos. Las visitas familiares son contadas, medidas , escrutadas, comedidas en gestos y palabras.

Alguien dirá que no pasa nada que no es importante, que hay teléfonos , video llamadas, toda la tecnológica puntera al servicio de las familias y de los residentes. Puede ser.

Solo que al volver ahora de las vacaciones las he encontrado en falta de una manera muy punzante. Aquella relación cotidiana, las conversaciones a veces triviales mientras la hija intentaba que su madre comiera. Mi espera a que Maria abriera la boca para poderle dar la pastilla sin que me la escupiera.

También añoro el hijo angustiado con sus reclamaciones de atención permanente a su padre y las muchas veces que tuve que escuchar sus cuitas imaginarias de enfermedades hipotéticas a cual mas dramática.

Pero sobretodo agosto es mes de los nietos e hijos desaparecidos en combate. No en ninguna trifulca guerrera. La razón es otra: los principales cuidadores se marchan de vacaciones. Desaparecen. No vienen, ya sea porque están en la esquina y no quieren venir unos días o porque se van al Japón a comer sushi, con la Pandemia esta excusa ya no es valida, espero que no lo diga nadie este año.

Entonces aparecen en la residencia los que nunca se dejan ver. Todos empiezan a estar pendientes del abuelo/abuela. No debe faltarle de nada aunque ellos solo vengan a verlo por Navidad (en los mejor de los casos). Hoy uno de ellos, ha sido realmente muy concienzudo en su reclamación y ha querido ser recibido por dirección por mala praxis según él de enfermería. Por suerte para mí todo se ha resuelto bien y la directora con buenas palabras ha canalizado la queja que no tenía fundamento.

Pero con reclamaciones o sin ellas, los encuentro en falta, a todos, hijos, nietos, sobrinos, mascotas varias, cuidadores, vecinos, amigos… si yo que no tengo apego emocional o relaciones frecuentes los añoro: ¿ como lo viven los residentes?. No es necesario ser muy lucida o tener inteligencia emocional extrema. La no presencia de las familias es una merma importarte de bienestar y calor familiar que solo se salda con tristeza, melacolia y perdida cognitiva a corto, medio o largo plazo.

Esta es la realidad, ademas que nosotros perdemos mucha información con estas charlas diarias con las familias, ellos son los que mejor los conocen, notan mejor los cambios en las personas queridas.

Estoy sentada delante el ordenador y veo mis manos vacías,encima del teclado. Todos sufrimos este dolor de no poderse ver, hablar, saber, comunicarse, reír, ver las sonrisas en los rostros, tocarse, abrazarse, consolar como antaño. 
 
En aras de la mantener la salud de los residentes , lo que estamos dejando por el camino es la humanidad en le tracto familiar en la asistencia geriátrica.

     Imagen de Benjamin Alexander en Pixabay  (foto ordenador)

    Imagen de brfcs en Pixabay  (tres generaciones)


martes, 18 de agosto de 2020

Son mayores, saben saborear una horchata, pero son sobretodo libres

Mi infancia fue sin aire acondicionado y sin calefacción. En verano nos asábamos y en invierno la estufa de Butano solo calentaba el comedor. Pasillo, habitaciones o el resto de la casa era un verdadero frigorífico.

Por desgracia estas carencias de confort energético persisten, ademas de un empobrecimiento creciente de muchas personas por causa de la Pandemia y las crisis económicas casi encadenadas que sufrimos. Situaciones que engrandecen las desigualdades sociales y la pobreza de muchas familias.

Quizás por todo esto y no queriendo deprimirme mas de lo que ya estoy, decidí retomar una costumbre que hacia con mi familia de pequeña : En el mes de agosto, íbamos a pasar una tarde, con la excusa de merendar, a un centro comercial de la plaza Catalunya de Barcelona. Refrigerio si, pero sobretodo aire acondicionado y no pasar calor. Este era el objetivo. Un lujo entonces y aun ahora.

El ritual familiar era muy simple: Subíamos a la terraza, tomábamos alguna cosa de merienda y se bajaba por la escalera mecánica disfrutando del aire y mirando. No se compraba nada, quizás alguna cosa si era necesaria. El plan era básicamente no pasar calor.

¿Vacaciones de pobres? Puede, pero lo recuerdo como algo divertido. No lo viví mal.

Hoy he vuelto hacer el ceremonial. La tarde era pesada y he decidido ir al centro de la ciudad. La entrada al gran almacén, el protocolo de tomar el ascensor para subir a la terraza ahora cubierta. Por lo visto era un lugar proclive a suicidios.

De repente al entrar en el bar allí estaban ellas. La imagen me ha encantado. Me he sentado en una mesa próxima.

Una mujer bastante mayor y su amiga, de la misma edad, parloteando de sus cosas muy quedamente. No podía escucharlas pero era evidente que eran felices con sus secretos.

Arregladas de postín, con collares, pulseras varias y un maquillaje discreto pero notorio en unos rostros casi octogenarios. Una de las dos iba con caminador, la otra tenía el bastón apoyado en la mesa. Al estar sentadas no se cual ayuda técnica utilizaba cada una.

Dos amigas delante de un gran vaso de horchata cada una, en un gran almacén con aire acondicionado y las mascarillas en las barbillas, por si fuera a estropearles la pintura de labios .

A buen seguro que el rito de encontrarse es para ellas una fiesta, que se inicia ya en casa al arreglarse, pintarse, ponerse la colonia de toda la vida. Cruzar el bolso de forma que nadie se lo robe, coger las llaves,cerrar bien el piso…

Decido marcharme con la satisfacción de ver dos personas manteniendo su amistad y sus secretos. Al dirigirme a la escalera de bajada, de repente recuerdo muchas caras, una buena amiga confinada en una residencia de Barcelona desde el mes de marzo, sin poder salir.

Se intenta proteger la salud de las personas mayores ingresadas en centros asistenciales geriátricos. Pero nadie se pregunta o pocas personas, el precio que estan pagando para no enfermar. Coartamos su libertad, su independencia , con la fragante contracción que se hace sin mediar estado de alarma, ni emergencia sanitaria como en la primavera.

El silencio social, por no decir político y sanitario es signo inequívoco que poco importa como estén y como vivan las personas en los geriátricos.

¿No hemos aprendido nada?. ¿Es licito este recorte fragante de derechos de las personas mayores?. ¿O es que en el mes de agosto en España nadie decide nada?.

No quiero pensar que esta reclusión sea eterna,ya que es condenar en vida a muchas personas que no tiene miedo a la muerte, pero si pavor a la soledad, y esta es la tisana que damos,y no una sola taza, sino día y noche, si posibilidad de escaparse o rechazarla.

Ellas con sus collares y sus vestidos vistosos , por edad, podrían estar en un centro geriátrico. Me siento feliz, hoy he disfrutado de mas cosas ademas del aire acondicionado: dos mujeres mayores libres de verdad, disfrutando de su amistad y de la horchata. ¿Que mas puedo pedir?

Imagen de Bruno /Germany en Pixabay (ventilador)

Imagen de Wolfgang Eckert en Pixabay (mujeres)

Visita al WC. ¿Porque no los llevamos?

  Dar un curso de geriatría en el Lloc de la Dona me ha recordado una cosa que siempre observaba. Sabiendo de sobras que poco podríamos ha...