Mi
infancia fue sin aire acondicionado y sin calefacción. En verano nos
asábamos y en invierno la estufa de Butano solo calentaba el
comedor. Pasillo, habitaciones o el resto de la casa era un verdadero
frigorífico.
Por
desgracia estas carencias de confort energético persisten, ademas de
un empobrecimiento creciente de muchas personas por causa de la
Pandemia y las crisis económicas casi encadenadas que sufrimos.
Situaciones que engrandecen las desigualdades sociales y la pobreza
de muchas familias.
Quizás
por todo esto y no queriendo deprimirme mas de lo que ya estoy,
decidí retomar una costumbre que hacia con mi familia de pequeña :
En
el mes de agosto, íbamos a pasar una tarde, con la excusa de
merendar, a un centro comercial de la plaza Catalunya de Barcelona.
Refrigerio si, pero sobretodo aire acondicionado y no pasar calor.
Este era el objetivo. Un lujo entonces y aun ahora.
El
ritual familiar era muy simple: Subíamos a la terraza, tomábamos
alguna cosa de merienda y se bajaba por la escalera mecánica
disfrutando del aire y mirando. No se compraba nada, quizás alguna
cosa si era necesaria. El plan era básicamente no pasar calor.
¿Vacaciones
de pobres? Puede, pero lo recuerdo como algo divertido. No lo viví
mal.
Hoy
he vuelto hacer el ceremonial. La tarde era pesada y he decidido ir
al centro de la ciudad. La entrada al gran almacén, el protocolo de
tomar el ascensor para subir a la terraza ahora cubierta. Por lo
visto era un lugar proclive a suicidios.
De
repente al entrar en el bar allí estaban ellas. La imagen me ha
encantado. Me he sentado en una mesa próxima.
Una
mujer bastante mayor y su amiga, de la misma edad, parloteando de sus
cosas muy quedamente. No podía escucharlas pero era evidente que
eran felices con sus secretos.
Arregladas
de postín, con collares, pulseras varias y un maquillaje discreto
pero notorio en unos rostros casi octogenarios. Una de las dos iba
con caminador, la otra tenía el bastón apoyado en la mesa. Al estar
sentadas no se cual ayuda técnica utilizaba cada una.
Dos
amigas delante de un gran vaso de horchata cada una, en un gran
almacén con aire acondicionado y las mascarillas en las barbillas,
por si fuera a estropearles la pintura de labios .
A
buen seguro que el rito de encontrarse es para ellas una fiesta, que
se inicia ya en casa al arreglarse, pintarse, ponerse la colonia de
toda la vida. Cruzar el bolso de forma que nadie se lo robe, coger
las llaves,cerrar bien el piso…
Decido
marcharme con la satisfacción de ver dos personas manteniendo su
amistad y sus secretos. Al dirigirme a la escalera de bajada, de
repente recuerdo muchas caras, una buena amiga confinada en una
residencia de Barcelona desde el mes de marzo, sin poder salir.
Se
intenta proteger la salud de las personas mayores ingresadas en
centros asistenciales geriátricos. Pero nadie se pregunta o pocas
personas, el precio que estan pagando para no enfermar. Coartamos su
libertad, su independencia , con la fragante contracción que se hace
sin mediar estado de alarma, ni emergencia sanitaria como en la
primavera.
El
silencio social, por no decir político y sanitario es signo
inequívoco que poco importa como estén y como vivan las personas
en los geriátricos.
¿No
hemos aprendido nada?. ¿Es licito este recorte fragante de derechos
de las personas mayores?. ¿O es que en el mes de agosto en España
nadie decide nada?.
No
quiero pensar que esta reclusión sea eterna,ya que es condenar en
vida a muchas personas que no tiene miedo a la muerte, pero si pavor
a la soledad, y esta es la tisana que damos,y no una sola taza, sino
día y noche, si posibilidad de escaparse o rechazarla.
Ellas
con sus collares y sus vestidos vistosos , por edad, podrían estar
en un centro geriátrico. Me siento feliz, hoy he disfrutado de mas
cosas ademas del aire acondicionado: dos mujeres mayores libres de
verdad, disfrutando de su amistad y de la horchata. ¿Que mas puedo
pedir?
Imagen de Bruno /Germany en Pixabay (ventilador)
Imagen de Wolfgang Eckert en Pixabay (mujeres)